Villa Ventana: una visita al misterioso hotel donde vivieron los soldados de Hitler

En diciembre de 1939, los más de 300 soldados nazis de Adolf Hitler que combatieron en el acorazado Admiral Graf Spee con tres buques ingleses en aguas del Río de la Plata vivieron aquí hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Solos en medio de poblados casi desiertos, se los recuerda como quienes pusieron en marcha este gigante hoy en ruinas que se levanta en Villa Ventana, un pueblo de montaña encerrado entre latifundios ganaderos y cuya industria actual es el turismo.

Mientras las tropas germanas se debatían con el señor invierno de Rusia, los marinos del Tercer Reich ofrecían, con valses vieneses en vivo, las puertas abiertas de este hotel a los pobladores, hasta que en el invierno de 1946 pasaron a ser prisioneros de Guerra tras la declaración argentina a la Alemania casi derrotada.

Por el país llega hasta aquí en bicicleta de la mano del catalán Oriol -aquí todos le llaman con el cariñoso «Uri»-, uno de los guías habilitados para conducir a los turistas por el camino que bordea el arroyo Belisario y por la historia del Hotel Club Villa Ventana, un lugar que recibió su último huésped hace 100 años y que parece mostrar en espejo la historia de esplendor, decadencia y saqueo a la que, como él, fue sometido el país.

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En bicicleta, turistas de Bahía Blanca y Morón, en la visita guiada al Club Hotel de Villa Ventana.

El hotel de la aristocracia 

Hace casi 107 años Manuel Láinez tuvo la idea de levantar un hotel descomunal con 136 habitaciones, en medio de una serranía deshabitada con aires cordobeses pero situada en la provincia de Buenos Aires. La empresa inglesa de ferrocarril aceptó la idea para poder ampliar sus negocios en la región. Nacido entonces al calor del imperio británico, que por aquellos años controlaba el ferrocarril, la del hotel es la historia de un médico que soñó un hospital, de un inversor que reunió los fondos para hacer lo que hizo: el hotel más importante del continente, que recibió hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial turistas de Europa llegados en barco especialmente para visitar el lugar, el gran salón de los espejos y la ruleta donde, cuenta Oriol, se apostaba en libras. 

Alucinados ingleses que jugaban su buena suerte al casino y bebían whiskys sentados en los muebles de ratán del living o se paseaban por los pisos de venecita y las alfombras persas y se asomaban a la galería donde relucían los pisos de pinotea. Saqueado por los militares de la mal llamada Revolución Libertadora de 1955 -que se robaron los muebles Luis XVI-, cayó en el pillaje impune de los militares de 1976 que se robaron hasta los pisos de pinotea hasta que en 1980 lo vendieron a un precio vil al Frigorífico Guaraní.

“Sobre el hotel pesa siempre un término peyorativo. Se le llama el ex Club Hotel Villa Ventana, el hotel quemado y demás términos con una valoración negativa. Lo cierto es que aquí se esconden muchas historias”, dice Uriol, quien conduce con gran pulso narrativo a un grupo turistas por los sinuosos caminos de esta historia fascinante.

El guía cuenta que en carreta y con tracción a sangre llegaron hasta aquí los materiales desde los 27 kilómetros que separan al hotel de Sierra de la Ventana, estación del por entonces Ferrocarril del Sud. A punta de pala y barreta hicieron el sótano y mezclaron el material para las paredes. Crearon el primer hotel autosuficiente, que logró tener su propia usina de luz cuando apenas existía la iluminación en las grandes ciudades, su propio tambo, su producción propia de todo tipo de alimento y algo que hoy está de moda: la utilización plena de la luz natural.

En los años ´80 los militares lo vendieron en nombre del país a cambio de que sea recuperado. Pero un extraño incendio nocturno en 1983 determinó su cierre definitivo. Desde entonces, peleas judiciales mediante, las paredes construidas con los ladrillos fabricados por Ernesto Tornquist empezaron a perder vigor, los pisos cedieron a la intemperie y durante años fue motivo de visitas furtivas de turistas que lo escribieron sin conocer que detrás de este gigante dormido se escondían varias historias escritas que a pesar del sol abrazador de este enero de 2018 no logran, todavía, ver la luz.

Visitas guiadas y alquiler de bicicletas:

La Villacleta (de Oriol «Uri» Tolra) (011) 152-237-6193

Facebook: la villacleta

 

Fotos: Esteban Raies