El sol de diciembre empieza a salir antes de la 4 de la mañana y se pone 18 horas después, a las 22. Hace 4500 millones de años que ocurre esto y, sin embargo, no deja de ser asombroso. Es que Ushuaia tiene desde la primavera la noche más corta del mundo -sin contar la estrecha oscuridad de la Antártida- lo que la convierte en la ciudad más iluminada de este Planeta, la verdadera ciudad luz. A pesar de eso, hace un nulo aprovechamiento de este recurso energético.
El viento, que corre a velocidad de automóvil, también pasa desapercibido como generador de energía en la ciudad más austral del mundo, ubicada en el vértice en donde finaliza Argentina, donde pone su punto final América, donde se termina el mundo. Durante el verano la noche se hace cada vez más corta. “El 31 de diciembre brindamos de día a las 12 de la noche y un rato después vuelve a salir el sol”, dice Rafa, cordobés de Canals radicado desde hace más de una década en la ciudad del fin del mundo. Rafa es un ejemplo de cómo se formó -y se pobló- la capital de Tierra del Fuego: con gente de todas la provincias.
La historia de Julia es de película. Llegó desde Jujuy, en la otra punta del mapa, de mochilera con su compañero, a finales de la década de 1970. “Nos pedían por favor que nos quedásemos a trabajar. Y nos quedamos”, sintetiza. Aquí crió a sus cuatro hijos, se enamoró de las montañas, de los lagos y los ríos, del parque nacional, de los picos nevadas. Y del frío.
Intensa por las actividades que propone, Ushuaia es iluminada y ciclotímica. Va de las nubes densas que el mar se traga en un suspiro y queda un sol furioso y sin capa de Ozono que pica en la piel. Un rato después el viento trae las nubes y es posible que se desate una lluvia pertinaz. “Acá tenemos las cuatro estaciones en un mismo día”, bromea Gabriel, bonaerense con más de 30 años en esta ciudad, convertido en un experto chofer de las combis que llevan y traen turistas todo el año y en un conocedor de la zona.
Es fundamental un reloj, de otro modo es fácil perderse porque el sol, que los fueguinos ven antes que cualquiera, marca el pulso del día. A pesar de eso hay bares en donde uno puede esperar el amanecer bebiendo una cerveza de la zona, como estila la mayoría de los turistas que llegan por aire hasta aquí.
Por el turismo, sobre todo internacional, la ciudad tuvo un crecimiento exponencial en los últimos años. Debieron talar parte de un bosque para plantar allí una barriada de casas alpinas y flores coloridas. Lo mismo pasó en el barrio Río Pipo, en el barrio 200 viviendas. Ushuaia se hizo ancha y se pobló.
Este fenómeno se explica por el turismo. Llegan turistas de todo el mundo, en cruceros, algunos en motos, otros en bicicleta, hay pocos mochileros y muchos europeos que alquilan camionetas en Chile y cruzan. Ellos también se asombran de que el sol, a las nueve de la mañana, caliente como al mediodía.
Antes de esta repoblación, 10 mil años antes, la poblaron, a la ciudad y a la provincia, los yámanas, que resistieron en la zona del actual parque nacional hasta 1880, cuando los primeros criollos los envenenaron para monopolizar la caza de lobos marinos y los modernos europeos los usaban como presas en sus prácticas de tiro. Con eso más las epidemias, mataron a dos mil originarios en 10 años. En 1910 quedaban vivos apenas 100 de ellos y hoy apenas quedan dos. A ellos se los recuerda en el Museo Yámana del centro de la ciudad y en el nombre de las calles y los lagos. Esta es la parte más oscura de la ciudad más clara del mundo.
Con el reloj biológico alterado, uno prepara la cena con el sol de las 21 anaranjando las montañas, haciendo brillar la nieve. Comemos a las 22.07. El cielo aún está celeste. Y en un rato sale el sol, que todavía no se escondió.