A los doce años Hernán Vizzari paseaba en bicicleta por el cementerio de la Chacarita. Con la caída del sol, el mármol gris de las bóvedas se tornaba anaranjado. Apoyaba su bicicleta entre las tumbas y sus ojos se clavaban en las
A los doce años Hernán Vizzari paseaba en bicicleta por el cementerio de la Chacarita. Con la caída del sol, el mármol gris de las bóvedas se tornaba anaranjado. Apoyaba su bicicleta entre las tumbas y sus ojos se clavaban en las