Alejandro Poós es un estudiante entrerriano de 16 años que creó un sensor óptico electrónico para medir la contaminación ambiental. Afirma que el objetivo del proyecto es facilitar a los municipios una herramienta de bajo costo que les permita establecer estándares de calidad ambiental.
El invento fue distinguido en ferias provinciales y participará en México de una feria de ciencias donde promoverá su proyecto.
Alejandro es alumno de cuarto año de la Orientación Electromecánica de la Escuela Técnica Nº 35 «General Don José de San Martín» de la localidad Crespo. Su invento se llama «Sharp Uno» y busca ser una herramienta económica y accesible todo el tiempo para contribuir a que el Estado haga frente a la contaminación.
«La principal diferencia entre el Sharp Uno y los que ya existen en el mercado es el precio y la disponibilidad: mientras los que se pueden comprar, que no abundan, tienen un precio de entre 2.000 y 2.500 dólares, este se fabrica con 1.900 pesos.»
El adolescente mostró su prototipo en la 2° Feria Internacional del Ambiente y en la 5° Feria Local «EcoCiencia» Concordia 2017, donde obtuvo la máxima distinción por su investigación. Así obtuvo el pase para participar el año próximo en la Feria Científica de la Sociedad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología de Guadalajara en México.
Su investigación empezó porque los vecinos de Crespo se quejaban de que el aire estaba contaminado. «A raíz de eso tuve la necesidad de al menos responder sus preguntas. Y cuando empecé a buscar la información, tenía que hacer mediciones de la contaminación y advertí que no hay herramientas para responder lo que necesitan».
«Crespo que es una ciudad que creció y que tiene en el centro un enclave industrial, por eso queríamos determinar la calidad del ambiente a través de un método simple», explica Alejandro.
Hay un sólo sensor que es para medir gases y material particulado (que es el polvillo), pero al ser el único no está disponible y muchas veces no está calibrado. Esa dificultad lo motivó a fabricar uno propio para suplantarlo. «Pero yo había comprado todo y en redes no encontramos información, y fue todo ensayo y error».
Los resultados de su investigación
En base a su investigación, Alejandro pudo detectar contaminación: en el área central de Crespo hay más partículas que en las afueras, y que hay mayor cantidad durante los días de semana respecto de los fines de semana.
Su dispositivo cuenta con «un sensor óptico que mide cuantas partículas hay en el aire y, de acuerdo a un cálculo matemático, saca la cantidad de partículas que, a su vez, se miden en miligramos en metros cúbicos y que se vuelcan en un archivo de texto», explicó.
«Ahora para la feria de México pensamos en algo más innovador, que puede ser una interfaz de cuatro sensores: además del material particulado, medir metano, dióxido de carbono, dióxido de azufre y gas natural», adelantó.
En el proyecto intervino como tutora la docente Valeria Viola, quien recordó que el trabajo «surgió fuera de clase, en el marco de otro evento, en una charla sobre los intereses que él tenía; fue una motivación personal que pude acompañar».
«Ojalá esto sirva para que otros se motiven a participar, porque se gana en el proceso mismo de la participación, más allá de los resultados», sostuvo.
El joven afirma que ahora es necesario buscar financiamiento para replicar este sensor y que todos lo puedan tener.
Además, quiere perfeccionar su prototipo, calibrarlo con otros sensores y agregarle un sistema que mejore el reflujo de viento y pueda brindar datos más importantes, además de un módulo que pueda enviar toda la información como archivo de texto.