No es fácil llegar a Punta Indio: hay un camino de 8 kilómetros de serruchos que obligan a conducir a no más de 20 kilómetros por hora para que el auto no se desarme. Es la ruta 11, aunque las ondulaciones constantes del terreno lo disfracen de pista del Dakar.
A los costados de esta traza imposible hay bosques y lagunas pequeñas, una iguana que intenta cruzar y se arrepiente y una arboleda tupida. Es que esta zona donde el único sonido es el del canto de los zorzales, el trino de los cardenales, el silbido de los árboles que bailan con el viento, fue declarada por la Unesco Reserva Mundial de la Biósfera en 1984. Viven más de 100 especies de aves y está prohibida la tala de árboles.
Es 1 de enero en Punta del Indio -o Punta Indio-, Buenos Aires. El sol salió hace dos horas y mientras cebo un mate amargo veo dos pájaros carpinteros hundiendo el pico en un poste de luz. Detrás, en un campo de cien hectáreas, treinta caballos son guiados por un jinete para que el veterinario los revise. Hay alazanes, tordillos, un tobiano, dos potrillos que aún no definen su pelaje. El galope hace que el suelo vibre aunque corren erguidos, con elegancia.
Aquí las noches se iluminan con pequeñas luces que prenden y apagan: los bichitos de luz. Esos que tiempo atrás se convertían en el juego de los chicos, se pasean por cada rincón y sobrevuelan el campo. Las calles en Punta del Indio son de tierra y las casas tienen jardines con talas, eucaliptos y laureles, especie invasiva en la región.
A pesar de estar a 85 kilómetros de la Ciudad de la Plata y a 140 de la Ciudad de Buenos Aires no hay gas natural y la señal de los celulares es escasa. La vida aquí es regida por la naturaleza, que le ganó la pelea a la tecnología y el ruido.
En el Planeta hay 631 reservas de la biósfera, distribuidas en 119 países. La función de estos espacios es la conservación y protección de la biodiversidad, el desarrollo económico y humano, la investigación, la educación y el intercambio de información entre las diferentes reservas que forman una red mundial. La de Punta Indio es una de ellas.
La de Punta Indio es la única reserva que tiene costa en el Río de la Plata, aunque este inmenso espejo de agua tenga en Vicente López y en la Costanera zonas de reservas, lo mismo que en el Delta y en algunas islas. Ninguna de ellas tiene la declaración de Unesco que ostenta este pueblo bonaerense.
Hay calles que tienen el pasto tan alto que alcanzan las ventanillas del auto. Otras son apenas una huella verde que se pierde entre las hojas de los árboles que caen hasta la tierra. Las casas son bajas y parecen deshabitadas. A diferencia de la mayoría de los pueblos, donde la población crece a un ritmo vertiginoso, en Punta del Indio pasó lo contrario: sus 569 habitantes fueron hace diez años más de 600, lo que representa un descenso del 14,5 por ciento de la población.
Este pueblo misterioso se ubica dentro del Parque Costero del Sur. Cuenta con dilatadas costas sobre el Río de la Plata, que en este punto comienza a aumentar la salinidad de sus aguas al aproximarse al sector estuarial del gran curso fluvial, en el cual mantendrá un intenso intercambio con el Mar Argentino.
Uno de los balnearios es El Pericón, con una amplia playa de arena y un río que en tardes ventosas parece un mar. Se puede caminar 400 metros para adentro y tener el agua por las rodillas. Un agua que suele ser cálida y limpia. Cuando el río comienza a crecer se lo ve avanzar sin parar hasta cubrir toda la playa, en escasos minutos.
A las 18, con un sol que hace transpirar la frente, caminamos por uno de los senderos de interpretación de Punta Indio. Es una caminata de una hora donde se recorren bosques arbolados y campos abiertos. A mitad de camino hay un mangrullo hecho por la gente del pueblo: lo levantaron con madera de talas y desde arriba se puede ver todo el sendero.
La luna esparce una luz plateada en el camino de tierra y las estrellas son bolas de fuego que laten. Mientras la radio comunitaria FM Punta Indio -100.3 del dial- regala la eterna voz de Mercedes Sosa, tres chicos pasean en bicicleta sin miedo a la oscuridad y regalan una sonrisa despreocupada. La paz se siente en el silencio. En un cielo limpio. En una vida que en Punta Indio sigue el ritmo de la naturaleza y no necesita demasiado para existir.