Tras la sanción de la ley que prohibió las carreras de perros en noviembre 2016, organizaciones que protegen a los Galgos indicaron que hay más personas adoptan esta raza: ascienden a 150 adopciones por año aproximadamente.
«Fue exactamente con la polémica del año pasado que subieron las adopciones», dijo Inés Sánchez, directora de la ONG Proyecto Galgo, creada hace cuatro años, quien evaluó que aumentaron tras la difusión que tuvo el debate en el Congreso, que incluyó protestas de los defensores de las competencias.
A los dos campos que la organización tiene en la provincia de Buenos Aires, tuvieron que sumarle otros cuatro refugios en el interior del país donde cuidan a los perros que son abandonados. Sánchez dijo que daban en adopción un promedio anual de 100 galgos, pero que tras la nueva norma calcula que ese número ascendió a 150.
«Con toda la polémica que se armó, la gente está mucho más informada y ahora sabe que son perros normales, que no son máquinas de correr y empezó a adoptarlos», coincidió Alejandra Peralta, de Adopta un Galgo, quien informó que en los siete años que lleva en la defensa de esos perros la ONG ya entregó mil ejemplares.
El caso de Juana, Zara y Olivia
Tres de esos animales son Juana, Zara y Olivia, que pasaron de vivir en la calle al departamento en Recoleta del psicólogo Martín Dickinson, que desde hace dos años comparte con ellos paseos por el Parque Thays, donde llegan a juntarse hasta quince galgos, todo adoptados.
«Son perros maravillosos, después de todo lo que le han hecho, vuelven a confiar en un ser humano. La primera semana siempre es difícil -dice sobre su experiencia como dueño adoptivo- pero aprenden rápido y después son muy dóciles, no ladran, no largan pelo, pueden dormir hasta doce horas. Tienen todo lo positivo de un perro y todo lo positivo de un gato», se entusiasmó Dickinson, quien después de la muerte de su viejo perro decidió adoptar a Juana y a los nueve meses ya eran tres los galgos que vivían en casa.
Cómo trabajan las ONG
Las dos ONG trabajan de la misma manera: rescatan a los perros que van a parar a las direcciones de zoonosis o que son abandonados en basurales, donde terminan cuando sus dueños no los quieren más porque están lastimados, porque ya no sirven para cazar o se convirtieron en un gasto innecesario desde que las carreras fueron prohibidas. Los perros son recuperados y una vez que están curados se entregan en adopción.
Solo en la Ciudad de Buenos Aires hay 430.000 perros según la Encuesta Anual de Hogares 2014 que realiza la Dirección General de Estadística y Censos, lo que reporta que uno de cada dos hogares de Capital conviven con uno.
Desde hace unos años los pitbull y bull dog francés aparecían como los perros de moda, hoy los galgos adoptados empiezan a hacerse un lugar.
La otra cara de la moneda
Pero aunque la ley ya fue sancionada, el de los galgos sigue siendo un tema polémico. Mariana Gurovici tiene un criadero de borzoi, el galgo ruso. «La verdad es que todo lo que se generó con la ley nos perjudicó bastante; siempre estamos en la mira de las protectoras, no es lo mismo nuestro trabajo que un criadero clandestino, nosotros criamos porque queremos mantener la raza», señaló.
Gurovici se quejó porque las protectoras de animales los recomiendan para departamentos. «Son perros sumamente nobles, no tienen problemas con nada, pero no están hechos para vivir en departamento, son perros grandes que necesitan correr».
Amigables, estilizados, sin pelusas molestas ni ladridos que enojen vecinos, en eso todos están de acuerdo cuando hablan de las razones de porque se volvieron fanáticos de los galgos.