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Libros: Nada dentro salvo el vacío

Los cuentos de Ana Catania están atravesados por el dolor que padecen sus protagonistas mujeres.

Por Andrés Buisán y Noelia Fattori.

Publicado por Añosluz, en una edición muy prolija, sutil y cuidada, Nada dentro salvo el vacío es el primer libro de cuentos de Ana Catania. Los seis relatos que conforman todo el volumen están atravesados por el dolor que padecen sus protagonistas mujeres. Esta ópera prima escrita con precisión y rigurosidad, se mete de lleno en problemáticas visibilizadas por los feminismos, como la maternidad, el aborto, la constitución de lo familiar, los vínculos amorosos heteronormativos y las relaciones lésbicas.

Si esta época pondera la saturación de sentido y poco quiere saber de los espacios en blanco de cualquier historia real o virtual, Catania desteje ese miedo en su escritura para mostrarnos la vida de los personajes de cada cuento, así como es: hecha de retazos, de recuerdos, de citas que no estaban en la agenda, de trayectos inacabados, de emociones lacerantes, de cuerpos que deben volver a reconocerse, de elefantes que no pueden verse.

Cada cuento es un recorrido en una interioridad que se jacta de no dar lecciones ni ideas acabadas. Una mujer autoexigente se enamora de otra mujer, que está por tener un hijo de su expareja masculina; un doloroso segundo parto, que desgarra el cuerpo y astilla expectativas familiares; una relación matrimonial desgastada y la aparición de un extraño que incita a dudar del sentido de la fidelidad; una mujer enfrentada a la agonía de su madre y a una relación matrimonial que deja entrever una separación latente; una mujer amante de un hombre que se va a casar con su pareja y la abandona; y por último, una niña, que transita su primera menstruación, la separación de sus padres y el encuentro con lo siniestro.

El universo femenino se encuentra desplegado de manera profunda, detallada, plagado de dolor, de mutaciones, de dudas, de goces como de bestias ahogadas que van encontrando la forma de expresarse y de drenar, como la lava que va encontrando un camino posible. Lo femenino, despojado de todo espíritu prescriptivo, se halla en estas líneas aceptando ese agujero en la existencia que nos hace frágiles y que nos invita a armar sus bordes con palabras, para hablar de lo que no se puede, el vacío, ese indecible.

El extenso título del libro contrasta con el breve nombre que tienen los cuentos, aunque la única palabra que encabeza cada cuento dispara sentidos diversos. Por ejemplo, en “Reposición”, una de las protagonistas es una repositora, que intenta “reponer su vida”, o bien, es ella quien “repone” la vida de su amante. “Cicatriz” remite al cuerpo, a la cicatriz del parto, pero también a la marca que ese segundo parto deja en la conciencia de la protagonista en relación con su maternidad.

“Extraño” puede ser el marido de la protagonista del cuento o una persona con la que se encuentra casualmente. Así, esas palabras aisladas de los títulos disparan sentidos, esos significantes explotan de significados. Curiosamente, esta diseminación y fragmentación de sentidos remite al título del libro, ya que es esta dispersión la que pretende llenar el vacío de dentro.

Los cuentos están organizados temporalmente a partir de un presente narrativo que reenvía constantemente a episodios pasados, explotando el recurso del flashback. Esas situaciones anteriores parecen ser insignificantes por su carácter breve y fragmentario.

Estos momentos pretéritos van conformando rompecabezas narrativos -los cuentos-, incompletos, a los que le faltan fichas, ya que no terminan de cerrarse o encajar. Son episodios anteriores que resignifican las historias del presente en que se narra y que, en ocasiones, funcionan por contraste; por ejemplo, un pasado “dorado”, aunque no idealizado, contrasta con un momento de ruptura o tensión en el presente.

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La estructura de los relatos se caracteriza por el predominio del clima o la atmósfera que producen las escenas, en lugar de estar organizados en torno de un sucesión de acciones puntuales que conducen a un final donde se resuelve el conflicto. En este sentido, la narración avanza lento, queda por momentos en suspenso, porque, salvo en el último cuento, el final no es efectista respecto a los hechos, sino profundo en cuanto a los sentimientos. Este grado de intensidad en los cierres señala las contradicciones, las tensiones del mundo interior y deja la puerta abierta al futuro, a que esa situación presente conduzca a un rearmado de vínculos.

Diversas son las formas elegidas para los narradores. Si bien se impone la primera persona gramatical para mostrar el mundo interior de las protagonistas, los relatos no esquivan la doble conciencia de un personaje a través del uso de la segunda persona. También se utiliza la tercera persona para narrar, apelando por momentos al discurso indirecto libre. Esta flexibilidad nos señala que la clave de los narradores no está en la formalidad de la persona gramatical, sino en la focalización, es decir, en el punto de vista elegido, ya que predomina una perspectiva íntima femenina, independientemente de la persona gramatical o el personaje desde el que se narre.

El libro invita a que el lector acompañe a las protagonistas en su trayecto, que se vaya con ellas flotando en el cauce de un río manso y, en ese recorrido, lo invita a detenerse y ver detalles. El ingenio de estos relatos está en poner al lector de cara a la vida, de un modo muy genuino. Los cuentos no están hechos de grandes proezas sino de pequeños detalles que se respiran, se tocan, se miran, se piensan, se practican en acciones de apariencia nimia que están llenas de potencia.