Horacio Castellanos Moya, autor de destierros personales y literarios, nació en Honduras, aunque vivió desde muy chico y por muchos años en El Salvador. En El asco, novela publicada originalmente en 1997 y reeditada por Random House en 2018, retrató duramente a la sociedad salvadoreña. Por Andrés Buisán.
El asco. Thomas Bernhard en San Salvador fue para Horacio Castellanos Moya una exploración de un estilo literario, una imitación del feroz cuestionamiento que hace el novelista Thomas Bernhard sobre la sociedad austríaca. Sin embargo, tuvo consecuencias inesperadas para aquel, ya que la crítica despiadada que hace el protagonista de la sociedad salvadoreña le impidió al autor volver a pisar esa tierra por un tiempo largo debido al rechazo que produjo.
La obra tiene una estructura sencilla, es una diatriba, un monólogo de Edgardo Vega, profesor de Historia del arte, que después de dieciocho años de vivir en Montreal tiene que regresar a su país, El Salvador, por la muerte de su madre. Este personaje que se hace llamar Thomas Bernhard y reivindica su ciudadanía canadiense se encuentra con un excompañero de colegio, Moya, en un bar, donde despotrica contra la historia y la situación sociocultural del país.
Vega regresa por la muerte de su madre para arreglar los papeles de la herencia, frente a la sorpresa de su hermano que nunca pensó que ella le iba a dejar algo a Edgardo, ni mucho menos que él iba a volver al país por algún motivo. La condición de emigrado de Edgardo es lo que le permite mirar con ojos externos la vida de su hermano y juzgar la sociedad salvadoreña. Por eso, contar lo padecido durante los quince días infernales que vivió en lo de su hermano es una excusa para retratar el modo de vida de una familia que él cree típica. El hermano lleva a Edgardo por lugares donde alguien iría con un extranjero o un ciudadano que después de muchos años de vivir afuera quiere recordar las costumbres de su país. Pero todo lo que el hermano ve como lo típico más atractivo, resulta una pesadilla para Edgardo.
Desde la mirada refinada del profesor de arte, adorador de la música clásica y la “cultura universal”, Vega realiza una crítica despiadada de los consumos culturales masivos, como la telenovela o el rock; los hábitos populares de bañarse en el puerto o ir a una discoteca. Y sobre todo cuestiona la adoración del dinero, lo que lleva al personaje a decir que todos sueñan con ser administradores de empresas. La sociedad salvadoreña es el blanco predilecto de Vega por la “degradación del gusto”, por la primacía del consumo cultural popular y por el culto de lo material sobre lo espiritual. Así, el personaje aborrece tanto del plato nacional, las pupusas, como de la diarreica cerveza Pilsener.
A esta delicada mirada sobre la cultura, Vega le suma su escepticismo histórico político, propio de quien ve la política desde un lugar pretendidamente externo, que vuelve cada hecho y persona corrupto, decadente e irremediable. Vega lanza de todo contra todos, sostiene que es un país sin nación, porque nunca tuvo un relato histórico que la constituya, arroja duras críticas a militares y a exguerrilleros, quienes protagonizaron la funesta guerra civil. Cuestiona el pasado y el presente político, la idiosincrasia derechista de los militares liberales y la hipocresía de la guerrilla que en nombre de causas revolucionarias mató hasta a sus militantes, entre ellos, un excompañero de colegio de los personajes.
Moya lo escucha, pero no es un oyente pasivo. Vega despotrica contra él por escribir cuentos famélicos en un país donde no se lee literatura. Y también, por momentos, Vega afirma que Moya está en desacuerdo con lo que dice. Así, la figura de Moya adquiere tímida relevancia y abre una línea de sentido que cuestiona las palabras de Vega, su mirada elitista y apolítica.
El asco es, entonces, una diatriba que el propio autor confesó que fue escrita como un ejercicio literario. Esta práctica de pulido de un estilo descarnado y la visión crítica representada es sin duda un gran preludio de lo que publicó Horacio Castellanos Moya después, novelas como Tirana memoria o Desmoronamiento, en las que el trabajo con el registro de diversas voces construye relatos verdaderamente complejos que le dan mayor espesura a la historia centroamericana.
El asco. Thomas Bernhard en San Salvador, de Horacio Castellanos Moya. 106 páginas.