El lago Poopó fue un lago de agua salada, el segundo más grande de Bolivia después del lago Titicaca. Ambos estaban conectados por el río Desaguadero. De los lagos ubicados en territorio boliviano fue el de mayor tamaño. En 2003 fue reconocido Sitio de Ramsar por la calidad de ecosistema que posee para la preservación de la biodiversidad de la fauna alto andina. Pero en diciembre de 2015 desapareció tras un acelerado proceso de desertificación.
Se encuentra en el departamento de Oruro en Bolivia. Actualmente desaparecido y seco, tenía unas dimensiones de 84 km de largo por 55 km de ancho y un área de 2337 km², dependiendo del aporte del río Desaguadero y el río Márquez. Estaba a una altitud de 3686 metros sobre el nivel del mar. De los grandes lagos de Sudamérica era el segundo con mayor altitud.
«Tenemos un lago que ha desaparecido, ahora es una pampa; un desierto donde no se puede sembrar nada, ni producir; no hay nada, mucho menos vida». Con estas palabras, recogidas por la agencia de noticias Efe, fue que el dirigente campesino Valerio Rojas describió la situación del lago Poopó.
Este lago de agua salada ha quedado reducidos a tres humedales (charcos) de menos de un kilómetro cuadrados y escasos 30 centímetros de profundidad.
La catástrofe se venía anunciando desde hace años y tiene un fuerte impacto ecológico, económico, social y político.
Implica la destrucción de todo un ecosistema, la pérdida de centenares de especies de fauna y flora, la desaparición de culturas por el éxodo de las comunidades que subsistían del lago y la falta de acciones efectivas para enfrentar la sequía.
Según expertos en conservación, unas 200 especies de aves, peces, mamíferos, reptiles, además de gran variedad de plantas, desaparecieron con la sequía del Poopó. Entre las aves que se vieron forzadas a abandonar el lugar había tres especies de flamencos en peligro de extinción.
Otros activistas ambientales añaden que numerosos mamíferos, reptiles y anfibios quedaron sin hábitat y alimento con la transformación del lago en prácticamente un desierto.
La peor parte se la llevaron los peces que al no poder migrar, murieron.
Por su parte, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua confirmó la pérdida de una gran cantidad de especies únicas aunque no conocen la cantidad exacta y están pensando en realizar un conteo.
El desastre también tiene un costo humano: unas 350 familias, en su mayoría pesqueros del lago, se han visto afectadas. Con su forzado desplazamiento también se va la cultura de una comunidad que habitaba el propio lago Poopó con una economía lacustre de subsistencia.
Causas del desastre
Las razones son complejas y van desde los efectos climatológicos y los malos manejos de los recursos acuíferos hasta la actividad humana, la contaminación y la falta de atención a un desastre que se veía venir.
Los análisis del gobierno apuntan al fenómeno El Niño y el calentamiento global ocasionado por países industrializados.
La temperatura mínima aumentó 2,06º centígrados en los últimos 56 años y el Niño provocó sequías desde octubre. La disponibilidad de agua es la segunda causa: los lagos Poopó y Titicaca dependen del aporte del río Desaguadero, pero un plan regulador establecido en la década de los 90 resultó preferencial para los niveles del Titicaca, impidiendo el paso de agua hacia el Poopó.
Además, el propio río está afectado por la actividad humana que lo usa para sus cultivos, y sistemas industriales y mineros.
Esta actividad, a su vez, causa contaminación. Oruro es un departamento minero y la extracción desde hace años se realiza de una forma «no responsable», indicó el viceministro Ortuño.
Pero también se señala la mala administración de un fondo que estaba asignado para evitar la sequía del lago.
Fotos: David Mercado / Reuters