La Casa del Niño y la familia San Martín de Porres de Gualeguaychú canjea monitores donados, por carne que utilizan para alimentar a unas cuarenta personas que asisten al hogar.
«Lo que hacemos es entregarle un monitor usado a las personas que colaboren con unos tres kilos de carne», dijo a Mabel Benítez, presidenta de la institución que, junto con las voluntarias, trabaja en la casa y afirma que el objetivo del canje es asegurar la comida de las familias que recurren al hogar.
La Casa del Niño y la Familia se dedica a ayudar a niños necesitados y trabajar en la prevención y promoción de la familia. Su sede está ubicada en calle Córdoba 749, de Gualeguaychú, en un terreno que pertenece al Obispado y que ellos poseen en comodato.
Mabel contó que el origen del trueque no partió de una campaña «sino que surgió como una idea, la pusimos en nuestro facebook y nos dio un resultado enorme».
El hogar fue fundado en noviembre de 2002 y subiste con un ingreso mensual de 2.000 pesos con los que debe, a su vez, sortear los gastos fijos como servicios, elementos de limpieza y material de trabajo para las múltiples actividades que desarrollan.
«En un principio, la urgencia era brindar un almuerzo a familias que atravesaban momentos de dificultad, pero hoy las funciones y responsabilidades son muchas más», aseguró Benítez. La presidenta de La Casa del Niño informó que «se da de comer a unas cuarenta personas en total, lo que representa un costo importante».
Las voluntarias afirman que en el hogar no sólo se ocupan de ofrecer comida, también se ocupan de la salud y de la educación.
«Nuestro objetivo es generar en la gente las armas necesarias para que puedan defenderse por sí solos y darles medianamente una educación. Tenemos una biblioteca, talleres y una fábrica de juguetes de madera, yoga, recreación, tejidos y costura, y reciclado», enumeró.
Sobre la situación de las familias, relató que hay muchas mamás que son jefas de hogar que por circunstancias de la vida se quedaron sin compañeros.
En Gualeguaychú hay barrios muy vulnerables como La Cuchilla, y afirman que el problema del consumo de drogas es muy complicado en la ciudad, casos que se derivan a centros especializados.
El hogar funciona con unas quince voluntarias «que venimos todos los días», además de varones que resuelven tareas específicas, explicó.
Benítez precisó que entre las metas del hogar están que los jóvenes «aprendan un oficio, darles algo para que sean alguien en la vida, inculcarles valores y que sean solidarios y encuentren un trabajo».