La primera escuela sustentable abrirá sus puertas a mediados de marzo en la localidad bonaerense de Mar Chiquita. Para su construcción se usaron más de 2000 cubiertas usadas, 4000 botellas y 8000 latas recicladas y cuenta con energía eléctrica a través de paneles solares.
Por su método de «bio-arquitectura», creado por el arquitecto norteamericano Michael Reynolds, el edificio se mantendrá todo el año con una temperatura interior de entre 18° y 25° y se abastecerá del agua de lluvia, reutilizándola en tres ocasiones antes de su disposición final.
El proyecto «Una Escuela Sustentable Argentina» se inició en 2016, cuando el municipio de Mar Chiquita definió un Plan de Educación Ambiental propio (Planmar) y decidió convocar a Amartya, entidad dedicada a promover la cultura de sustentabilidad, y la ONG Tagma, de Uruguay, que ya había edificado una escuela sustentable (la primera de América latina) en localidad uruguaya de Jaureguiberry, a 80 kilómetros de Montevideo.
En la construcción del edificio participan unos 100 voluntarios de distintos países. De este modo, aprenden el método creado por Reynolds, al mismo tiempo que construyen la escuela.
Las paredes de la escuela, que ocupa 350 metros cuadrados y tiene capacidad para 150 chicos de nivel primario, de entre seis y 12 años, están hechas de neumáticos rellenos con adobe, lo que les brinda un grosor y una aislación importante, así como con vidrios de botellas que aseguran el ingreso de la luz. Está edificada en forma de herradura a fin de aprovechar la insolación natural durante todo el año.
Las paredes exteriores y el techo están cubiertas por paneles fotovoltaicos, y también contará con aerogeneradores para aprovechar la energía del viento y el sol. Además de estar construida en un 60 por ciento con materiales de desecho, la escuela reciclará y reutilizará los desechos y recolectará el agua de lluvia.
Tendrá un sistema de reciclado de aguas grises (sin desechos orgánicos sino químicos como detergentes) y negras (provenientes de los baños). El agua se usará en cuatro ocasiones antes de abandonar el edificio y finalmente será depurada con un método natural, utilizando plantas y piedras para el filtrado.
Los alumnos podrán cultivar sus alimentos en una huerta, mientras que sus familias y la comunidad tendrán otra en el mismo predio, donde se abastecerán de frutas y verduras naturales, tal como ocurre hoy en la escuela de Uruguay.
En tanto, los desechos orgánicos provenientes del comedor serán transformados en compost que a su vez se utilizará en las huertas. Otro tipo de residuos también puede aprovecharse para generar energía.
La escuela de Mar Chiquita es la primera pero la idea es llevar el proyecto a otros establecimientos del país, aseguraron los impulsores de la iniciativa.