La familia Fabrega tuvo un sueño: crear su propio hotel en Valle Hermoso, Córdoba. En 2002 dieron el primer paso: compraron un castillo construido en 1870, de siete mil metros cuadrados y cuatro hectáreas de parque, que sufrió durante décadas el abandono y el saqueo en manos del sindicato de metalúrgicos.
“Todos abrazamos ese sueño, supimos que en el castillo podríamos unir el amor por la familia, nuestra formación profesional, la pasión por el arte y el deporte, y compartir esta creación con cada huésped que nos visitara” adelanta Fabián Fabrega, protagonista de esta transformación.
El castillo pasó de ser una edificación en ruinas, a ser en 2010 reconocido como el primer hotel cinco estrellas de las Sierras de Córdoba y el único de la provincia fuera de la ciudad capital. Opera como centro de trabajo y capacitación para empresas y universidades durante todo el año, y recibe a familias en los períodos de receso escolar.
A esta familia no le alcanzó con restaurarlo y ponerlo en funcionamiento, además se plantearon el respeto del entorno serrano y del edificio como joya arquitectónica. Su restauración duró cuatro años y se hizo dejando intacta la estructura e incorporando tecnologías modernas en un ámbito ecológico.
El Castillo cuenta con un equipo de trabajo de personas oriundas de la región, las mismas que realizaron las tareas de restauración. En el área de dormitorios no hay televisores ni frigobares, y los teléfonos se utilizan solamente para comunicaciones internas.
Entre otras acciones ecoturistas se hizo donación de muebles en desuso a instituciones educativas locales, iluminación por energía solar, climatización independiente con gas ecológico, vertiente propia de agua mineral, actividades deportivas periódicas para el personal, programas educativos permanentes de economía del hogar, nociones del derecho, dinámica de grupos, yoga, artes plásticas y musicales. “En todo momento El Castillo mantiene su orientación hacia las actividades intelectuales, artísticas y deportivas, a través de talleres que diseñamos y dictamos personalmente”, agrega Fabian.
Tiene cuarenta y cinco habitaciones de hasta noventa metros cuadrados. Hay un restaurante, cava de vinos, bar, sala de lectura, atelier de artes plásticas, estudio de fotografía, sala de ensayo para músicos, bowling y juegos, gimnasio y spa con piscina climatizada, jacuzzi, sauna seco y zona de relax.
En el parque hay piscinas, canchas de tenis, vóleibol y fútbol. El salón feudal, construido en 2009, tiene siete metros de alto y seiscientos metros cuadrados, piso técnico con placas móviles para tener acceso a conexiones eléctricas desde cualquier lugar, sistemas de audio, video e iluminación móviles, iluminación natural por medio de grandes ventanales cenitales con espejos ópticos que proyectan luz solar indirecta. El piso está hecho con un material natural a base de aceite de lino, y tiene un sistema de puesta a tierra y protección contra descargas atmosféricas que vincula toda la estructura de hierro del salón para evitar cambios de tensión en los aparatos electrónicos.
Los pasillos de su historia
El Castillo se construyó en 1870 como casco principal de la estancia Las Playas. A principios del 1900 se amplió, conservando su estilo medieval, para convertirse en el lujoso Hotel Monte Olivo, embellecido con pisos de granito y parquet, ebanistería de cedro y quina, mobiliario provenzal, grifería de bronce, y luminaria de hierro forjado. En 1930 el inmigrante italiano Don José Ferrarini adquirió el hotel, pero pocos años después cerró sus puertas y El Castillo estuvo sin uso durante más de treinta años. De 1970 al 2000, la propiedad fue utilizada como colonia de vacaciones por el sindicato de los metalúrgicos, y concesionada a operadores de turismo estudiantil y de tercera edad.