El encantador de animales de la Patagonia

Se ven los álamos plateados desparramando hojas en el suelo de la Patagonia argentina. La mañana teje un silencio hondo y una paz nacida de ese silencio. Hasta que llegamos a la casa de Jorge, donde nos recibe el relincho de un caballo que retoza en el corral porque quiere estar como siempre, suelto. Los perros ladran cuando lo escuchan. Adentro, en el calor del hogar, se agazapa Susy, una perra salchicha que no baja del sillón ni por todos los huesos del mundo. Al lado hay un gato inmenso desparramado en el sillón; es hijo de un gato montés y se nota en sus ojos. Afuera hay vacas engordando, ovejas pastando y hasta ñandúes chismosos que estiran el cogote. Estamos en 28 de Julio, en la casa de Jorge Peruzotti, el encantador de animales de la Patagonia argentina.

En la casa de Jorge conviven los animales y esa convivencia se debe a una calidez que este hombre tiene como marca de origen y que ha sabido transmitirle a sus hijos. Uno de ellos, Agustín, apasionado por la velocidad y jinete de endurance, nos acompaña en la recorrida por el campo, donde por estos días otoñales los álamos se pintan de amarillo, verdea la alfalfa y el jume se recorta en un mar ocre de pastos llamado agropiro, especial para suelos salobres y alcalinos como éste y donde también se mezclan la sampa, la jarilla, el coirón.

“Nosotros hacemos alfalfa. La de mejor calidad se vende y la de segunda calidad la guardamos para el engorde a corral de nuestros animales en el feed lot, donde engordamos ovejas, corderos y terneros”, narra Jorge, mientras abre una tranquera para que veamos el ganado: ovejas que andan en el campo y vacas que caminan en los corrales de esta ciudad ubicada en la Paatagonia Argentina.

Una cualidad de su espacio productivo es su perra, la increíble Collie, una Border Colie que conduce a las ovejas de acuerdo con la órdenes que le marca Jorge: las lleva a pastar, las trae a comer el balanceado, las encierra. «Vale por tres hombres la perra», dice Peruzotti. Cuando trae al ganado hasta los corrales, el hombre nos da una última muestra de su destreza en el manejo de los animales: toma una oveja con fuerza y de un sólo movimiento la acuesta en el piso, la sujeta con todo el cuerpo y abre la lana para mostrarnos, en vivo y en directo, la calidad. Entonces nos queda claro por qué este hombre es el dueño del zoológico.

Recibe animales con 120 kilos y los conduce hasta los 400, cuando los vende por kilo vivo. Compra en Trevelin, en Río Turbio (estancia Santa Ana, a 1500 kilómetros de aquí), en Perito Moreno. Y vende en Comodoro Rivadavia, Trelew, Rawson, Río Gallegos. “A los más chicos les enseño a alimentarse con pasturas naturales. Buscamos buena genética para que puedan cargar más kilos de carne”, dice de los animales que con este sistema ganan 15 kilos por mes.

Las vacas chicas no comen más que pasturas. Cada novillo consume entre 7 y 8 kilos de alimento por día. Por eso Peruzotti hace fardos de alfalfa, que tienen una alta calidad hasta el cuarto corte. “Nuestra alfalfa tiene un alto aporte de proteínas porque en el valle tenemos una alta radiación solar”, cuenta el hombre. “Si el productor compra pasto, compra balanceado y tiene muchos empleados, no puede sostenerlo en el futuro. Nosotros, en cambio, tratamos de hacer todo para sostenernos en el tiempo”, revela.

En esta Patagonia lastimada de frío y distancias Jorge hace alfalfa, para sus vacas y también para vender, en fardo y en rollo. Y se anota una cualidad: en su feed lot no hay olor ni hacinamiento y hace una reutilización de la bosta como abono. Los corrales son grandes y están secos. Los animales caminan, comen y beben, pero no se amontonan y sólo al final de su vida como productores de carne reciben raciones de alimento balanceado.

Además de engordar rodeos bovinos y ovejas que entraron en su etapa final de producción de lana, Jorge cría caballos en la Patagonia. El hombre es un apasionado de un deporte ecuestre de resistencia llamado endurance, que se practica en nuestro país desde 1998. Como el epicentro de esa actividad es Buenos Aires, Peruzotti anda por tierra, con los caballos en el trailer, esa agotadora cantidad de kilómetros para poder correr. Nos muestra a sus joyas. Uno de ellos puede resumir con su nombre su espíritu a la hora de correr: Rapidito Soy se mueve junto con Lola y Vickfa, la promesa de los Peruzotti.

Agua rica

Esta ciudad de la amplia Patagonia argentina tiene agua de calidad. Colonizada por los galeses en el Siglo IXI, a cada familia le entregaron 100 hectáreas que enseguida pusieron bajo riego. El agua llega a todas las fincas a través de canales principales de los cuales cada productor toma la suya. Los galeses lo hicieron a lomo de caballo y a pala en brazo y ahora se cementaron para completar una obra que tiene más de 100 años.

El río Chubut, que nace cerca de El Maitén, cruza el valle y alimenta estas tierras. Esa es la explicación de por qué 28 de Julio es un vergel donde crece la alfalfa, la potenciadora de los productores, la que convirtió a esta región en la cocina de la provincia.

Peruzotti cuenta que la oveja se cría en la meseta de la Patagonia. Pero la sequía de los últimos siete años desertificó una 250 mil hectáreas de la región. “Las nuevas lluvias sirvieron para la recomposición de los campos, pero ahora no hay hacienda para reponer y nadie puede asegurar un buen clima futuro para la producción”, dice. Pero sigue el hombre. No por inercia, sino alimentado con la llama perdurable de la pasión.