Parece un delirio apocalíptico decir que llegará el día en que las zonas más pobladas de la Argentina quedarán bajo las aguas. Pero viendo el documental «La mirada del colibrí» uno puede pensar que eso puede ser algo perfectamente posible. Allí se narra la fiebre comercial destrozando humedales bajo la fuerza de la maquinaria capitalista de propiedades lujosas.
«La mirada del colibrí» aborda la teoría de Francisco Javier Amorrortu, un hombre que se ha dedicado a estudiar con pelos y señales a los humedales, ríos y cursos de agua asociados a un sistema, contrariamente al tradicional enfoque de la ciencia que los considera aislados.
El protagonista del documental trata de establecer la importancia de los humedales a partir de la idea de que esos espejos de agua determinan también las corrientes de los ríos de llanura, que fluyen según Francisco gracias a la energía solar de los humedales antes que por las pendientes del terreno.
Ahora bien, ¿cómo se cuenta esa historia? En principio narrando la cotidianidad del personaje: en su casa de Pilar, rodeada de árboles y pájaros, preparando un te y comiendo una tostada con aceite de oliva y mermelada, confesando amores imposible y almas que lo visitan antes del amanecer para dictarle las preocupaciones del día.
Los narradores se ponen a la altura del espectador. Ellos tampoco parecen entender el comienzo de la teoría de Francisco, pero luego hacen propio el lenguaje; narran en off los encantos y desencantos, además de denunciar a barrios cerrados como Nordelta, plantados arriba de un humedal que es, en verdad, patrimonio de la humanidad.
El trabajo, con un tratamiento cuidado desde la estética de las imágenes, parece querer narrar todo: la particularidad de un personaje que vive sólo hace 37 años en un bosque y la teoría de ese personaje. A esto se suman tomas repetidas de los realizadores en un back que se repite sin agregar nada de información a un trabajo que es, en lo global, revelador. Ahí el documental parece perder algo de ritmo y se torna una empresa compleja de seguirle el pulso.
Hacia el final, cuando Francisco se presenta en juzgados y universidades exponiendo su teoría ante miradas incrédulas de alumnos y profesores, el trabajo recobra el ritmo narrativo, y cumple con el desafío de llevar adelante un tema que está fuera de agenda y al que trata con seriedad y solidez técnica.