Desde 1924 los argentinos celebramos cada 15 de junio el «Día Nacional del Libro» en conmemoración a la entrega de premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres.
El objetivo es celebrar la existencia del libro y revalorizar aquellos textos que fueron escritos por argentinos, aquellas historias que hablan de la identidad, los saberes y la cultura como pueblo.
Los orígenes de la celebración
Corría el año 1908 y un 15 de junio entregaron los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres. Dieciséis años después, en 1924, el Gobierno Nacional declaró esa fecha la «Fiesta del Libro» y en 1941 se optó por el nombre que lleva actualmente: “Día Nacional del Libro”.
La revolución del Libro
Las tablas de arcilla o bajorrelieves en diferentes piedras fueron los primeros soportes. A los egipcios les corresponde el invento del papiro, una especie de papel fabricado con una planta que crecía a orillas del Nilo. Las láminas de papiro medían hasta 49 centímetros de largo y 20 de ancho. Se las enrollaba y lo usaban los escribas para asentar sus escritos.
Los chinos aportaron un soporte mucho más perdurable: el papel. Este invento aparece en los registros históricos en el año 105 después de Cristo, pero es sin duda más antiguo. El pergamino fue el sistema usado en Europa durante la Edad Media y tenía la ventaja de que se podía escribir de las dos caras. Se agrupaba en varios pliegos y se cosía formando los códices, que poco a poco fueron constituyendo lo que hoy se conoce como un libro.
En esta evolución el impacto más decisivo para la humanidad fue la aparición de la imprenta. En los comienzos de la imprenta se utilizaban los incunables, pero hacia el año 1500 se dejaron de usar. Con la imprenta llegó la democratización del acceso al saber: hoy es difícil imaginar un mundo en donde se usara en forma casi exclusiva la narración oral para comunicar experiencias e impartir educación.
Algunos de los libros argentinos más reconocidos del Siglo 20
Rayuela, publicada en junio de 1963 por Julio Cortázar, es un hito de la narrativa latinoamericana. Ejercicio narrativo desbordante, vanguardista, proyecto de antinovela, Rayuela desde su misma publicación generó una enorme repercusión e integra, junto con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, el selecto grupo de novelas emblema de lo que se llamó en los años 60 el boom de la literatura latinoamericana.
El Aleph, escrito por Jorge Luis Borges en 1949. Es una pieza fundamental de la literatura en español del siglo XX. Los 17 cuentos integran una de las producciones más emblemáticas del autor.
Operación masacre, escrita en 1957 por Rodolfo Walsh, es una obra innovadora dentro de la literatura argentina del siglo XX. Se adelantó al género de la ficción periodística o novela testimonio, relatando los hechos acaecidos en los fusilamientos de José León Suárez, en 1956, durante la dictadura militar que derrocó al General Perón en el año 55.
Cuentos de amor, de locura y de muerte, del emblemático Horacio Quiroga. Nacido en Uruguay adoptó a los 23 años a Argentina como su país. Más allá de las cuestiones limítrofes y biográficas, Cuentos de amor de locura y de muerte, escrita en 1917, es una obra parida en 18 cuentos que abordan la locura humana, el amor corrompido, la muerte, las adicciones; siempre con la presencia de la naturaleza que protagoniza muchos de los relatos. Cuentos célebres y oscuros, como «La gallina degollada», «El almohadón de pluma» o «El solitario» han sido patente de la narrativa de suspenso y terror que ha legado Quiroga a nuestra literatura.
Los Siete Locos, de Roberto Arlt. Remo Erdosain, acosado por la soledad y la falta de dinero, decide integrarse a las huestes del Astrólogo, líder de una sociedad secreta destinada a acabar con el orden de las cosas mediante una revolución financiada por una red de burdeles regenteada por El Rufián melancólico. Editada en 1929, Los Siete Locos es uno de los puntos más altos de la literatura argentina del siglo XX, en la que el pesimismo existencial, la pérdida del sentido, pero también la reflexión política y filosófica en boca de este grupo de personajes inolvidables construyen un relato impresionante.
La invención de Morel, de Bioy Casares. Entrega a la literatura nacional esta obra sublime en 1940. Un fugitivo que escapa hacia una isla, una historia de amor y el descubrimiento de una maquinaria alucinante para intentar, vanamente, derrotar al tiempo y a la muerte. La invención de Morel es una historia con una mecánica narrativa perfecta y deliciosamente escrita.
Respiración artificial, publicada en 1980 por Ricardo Piglia, en plena dictadura militar. Es una de las más logradas novelas de su tiempo. Emilio Renzi, un joven escritor, reencuentra a Marcelo Maggi, su tío, un hombre envuelto en un escándalo familiar que, tras su paso por la cárcel, vivirá en distintas provincias dedicado investigar la vida de Enrique Ossorio, un remoto colaborador/ espía de la época de Rosas.
Los Pichiciegos, escrita en junio de 1982 mientras se desarrollaban los últimos días de la guerra de Malvinas, y publicada finalmente en 1983, Los Pichiciegos, de Rodolfo Fogwill, relata la historia de un grupo de soldados argentinos que, mandados a la guerra, deciden desertar y construir un refugio, “La pichicera”- en la que intentarán sobrevivir. Alejado y crítico de los discursos más convencionales del nacionalismo inflamado en épocas de guerra, Fogwill construye un relato de enorme potencia y plantea una serie de discusiones que serán parte central de la agenda de los años de la recuperada democracia argentina.