agua mala

Se cumplen 30 años de la inundación en Epecuén

La noche del 10 de noviembre de 1985 el pueblo de Villa Epecuén ubicado en el partido de Adolfo Alsina, Buenos Aires, quedó sumergido bajo ocho metros de agua por la crecida de un lago. La tragedia fue la consecuencia de varios factores: altas precipitaciones, obras inconclusas en la regulación de canales y la negación de las autoridades que se empeñaron en ocultar los riesgos y minimizar la situación, hasta que tuvieron el agua al cuello.

Se cumplieron 30 años de la tragedia y cerca de mil personas asistieron a la conmemoración del aniversario, donde realizaron distintas actividades para recordar aquel poblado de 1.500 personas que un día fué uno de los polos de turismo termal más importante del país. La calle principal y los edificios más representativos del pueblo fueron iluminados en un cielo estrellado y un clima de emotividad. Asistieron antiguos residentes, turistas de diferentes partes de Argentina y del mundo, y vecinos de Carhué, la localidad más próxima.

Además, se recrearon «las tardecitas de tango» en una esquina representativa del lugar donde el bandoneonista Alfredo Ércoli solía presentarse, en un escenario improvisado entre los escombros al que agregaron luces de colores y mesitas, para que la gente recordara el espectáculo cuando el pueblo tenía vida. Se realizaron actividades en el acceso a la villa, donde las autoridades comunales, invitados especiales y vecinos inauguraron placas identificatorias en la Avenida de Mayo, calle principal del balneario.

El director de turismo de la municipalidad de Adolfo Alsina, Javier Andrés, señaló que «en las construcciones se colocaron placas con el nombre de las familias a las que le pertenecía; también en los comercios y hoteles».

La ciudad estuvo 20 años cubierta por agua salada pero desde hace diez las sequías facilitaron el retroceso del lago y hace tres que el casco de la ciudad se tornó transitable. La villa se convirtió en un nuevo atractivo turístico para la zona, que fue estudiado por antropólogos y sociólogos por la forma en que sus pobladores tuvieron que afrontar la catástrofe, incluso con juicios contra el estado provincial y en los que recuperaron no más de la mitad del precio de sus casas.

Un poco de historia

Epecuén, fundado en 1921, fue famoso por sus condiciones terapéuticas a través de las aguas saladas del lago homónimo. Los visitantes buscaban alivio para sus problemas de articulaciones, huesos y piel. Al lado de los hoteles comenzaron a establecerse trabajadores y propietarios y así, para 1930, la Villa Lago Epecuén ya contaba con una iglesia, una escuela y todos los servicios necesarios para el desarrollo de un pueblo.

En la década del 70 llegó a recibir a 25.000 turistas en sus 6.000 plazas hoteleras que sumaban 250 establecimientos comerciales.

En 1975 se construyó, en las Encadenadas del Sur, el Canal Ameghino para equilibrar las aguas y evitar inundaciones en el sur bonaerense, pero eso elevó el nivel del lago. Ese peligro no fue debidamente contemplado y cuando el terraplén cedió, la suerte de la villa turística quedó echada: el agua comenzó a subir a un centímetro por hora. En dos semanas, los Epecuén, inundación1.500 habitantes dejaron la villa en una penosa mudanza que los llevó en principio a Carhué, de donde ahora algunos volverán al homenaje.

El terraplén se había comenzado a edificar en 1977 con el objetivo de proteger al pueblo de un ciclo húmedo que atravesaba no sólo por las lluvias sino también por el Canal Ameghino -que se había construido por un problema de sequías- el cual regulaba el caudal de agua del sistema de lagunas Las Encadenadas, del que la de Epecuén es la última y más baja.

«El trabajo fuerte de evacuación duró 15 días y no hubo ninguna fatalidad», explicó Miguel Angel Sottovia, fundador de Bomberos Voluntarios de la localidad, y agregó que después de evacuar Epecuén se tuvieron que encargar del cementerio, y así lo hicieron con una lancha, una camioneta y un largavistas.

En Carhué -un destino que actualmente atrae a turistas nacionales y extranjeros no sólo por las propiedades curativas de la laguna sino para recorrer las ruinas- también se alojaron la mayoría de los residentes de Epecuén, como Mirta Stoessel quien tenía un hotel en el pueblo que quedó bajo el agua.

“Hay mucha gente que no falleció en la inundación pero sí después, por el tema de la tristeza y por la impotencia de haber perdido todo. Salías con una mano atrás y otra adelante”, manifestó Stoessel quien ahora tiene un apart hotel en Carhué y pudo retomar su vida.

 

 

Fuente: Télam