Hija es la última novela de Ana María Shua, publicada en 2016. En la obra, Shua intercala entre los capítulos de la novela un diario del momento de su composición. El diario habla de los problemas que conlleva la gestación de una/la novela.
La novela trata, también, del complejo vínculo de una madre con su hija, en particular, de la difícil tarea de aceptar que ese otro crece y se desarrollo independientemente de quien lo ha gestado. Una hija, una novela.
La autora, en un epígrafe, aclara que la novela está acompañada de un diario de lectura optativo, que puede interpretarse como construido para la ocasión, ya que se omiten aspectos, por ejemplo, reflexiones sobre cómo sigue la trama. Ficción o no, el diario recrea vicisitudes interesantes sobre la novela: qué hacer con los nombres, qué persona gramatical usar, cómo organizar la trama. Además, se mencionan fuentes de trabajo que evidencian la lejanía con la inspiración romántica del poeta: se consulta a especialistas e internet, a personas que dan testimonio o brindan anécdotas; y claro, se mencionan lecturas.
La novela comienza y termina con viajes. A París, al principio; a Estados Unidos, al final. Lo que estructura la trama es el personaje, la hija de Esmeralda (Esmé) y Guido. Se menciona en el diario y es interesante recuperarlo: la picaresca se organiza a partir de las peripecias del pícaro protagonista. Puede no haber una articulación de la trama, pero sí es necesario que el hilo de las aventuras se centren en el protagonista. Un buen mérito de la novela: las aventuras de la hija, Natalia, se conocen parcialmente, debido a que se narra en tercera persona, pero desde la perspectiva de Esmé. El mérito es lo propiamente literario: despertar en el lector dudas, incertidumbres, ambigüedades. En fin, el circunloquio, el esquivo de la frase directa y pobre.
El inicial viaje a París recuerda a Rayuela de Cortázar. Es un homenaje y una superación. Los personajes en París son excéntricos: Guido es el pintor que no pinta. Se recrea una época, se evoca la parte y contraparte de una oscura felicidad. El narrador despliega un humor sutil y muy crítico, sin despreciar el homenaje. Segundo mérito: el estilo Shua, que provoca una leve sonrisa, a causa de la fina ironía; pero seguida de la severidad de la crítica, avalada por cierto cinismo.
El viaje a París es el comienzo de la historia, previo al nacimiento de la hija. Ella nace en Buenos Aires, al regreso. La emigración inicial se debe a que la historia comienza durante la última dictadura cívico-militar. Desde ese momento hasta el crecimiento de la hija pasan muchos años: el regreso a la democracia, los años noventa. Durante las peripecias de Natalia, se recrean épocas a través de pinceladas. Algunas costumbres, objetos y momentos históricos. No hay mucho color de época ni mundo interior de los personajes. Elección acertada para no desviar al lector del centro de la escena: la relación de Esmé y Natalia.
Esmé se divorcia de Guido, por sus reiteradas infidelidades. Él es un padre que está lejos: de Natalia, de Esmé, del lector. Conocemos algunos gustos, intereses y sobre todo, habilidades. Pero en su intermitencia desprolija no deja de haber una coherencia de su personalidad. Esmé ama a su hija, pero no la conoce, no la entiende, no sabe que ella tiene su vida, siempre independiente e indiferente a su madre y entorno.
Natalia es capaz de fingir amor, de culpabilizar a inocentes, de aceptar con absoluta indiferencia lo ilegal. Es, en definitiva, amoral. Desde esa óptica, ella no finge, no puede ser ni buena ni mala, no hay ley que fije lo legal. Sobre este carácter se construye la novela, relato de sus aventuras conocidas siempre de manera indirecta.
La novela, entonces, indaga en el difícil vínculo de la hija y su madre, atravesado por los diferentes momentos históricos. Lo hace con ambigüedad, con reticencia, con humor y con cinismo; elementos no ausentes en ese vínculo indescifrable, que no es una totalidad ni una suma de las partes. Es, por cierto, una serie de desventuras. Por Andrés Buisán.
Hija. Ana María Shua (Emecé, 2016).
