Corrientes: más de 250 mil fieles celebran el aniversario de la virgen de Itatí

Más de 250.000 fieles conmemoran hoy en la localidad correntina de Itatí el 117° aniversario de la coronación pontificia de la virgen de Itatí.

“Registramos alrededor de 200.000 personas en el pueblo y tuvimos 60.000 peregrinos que llegaron a caballo y en bicicleta, principalmente de San Luis del Palmar y lugares desde donde es tradicional la llegada de ciclistas, como Itá Ibaté, Monte Caseros y Posadas”, dijo Félix Barboza, director general de Coordinación Interior de la Policía local.

Itatí es una ciudad cabecera del departamento homónimo, en el norte de la provincia de Corrientes, a orillas del río Paraná. A unos 65 kilómetros al este de la ciudad de Corrientes e inmediatamente frente a la frontera con Paraguay.

Este año, la iglesia le asignó a la fiesta el lema de “Miraste con ojos de misericordia” para impulsar a los fieles a aportar donaciones de ropas y alimentos no perecederos a sectores vulnerables de la zona.

La fiesta comenzó el viernes con la llegada de los jinetes de San Luis del Palmar que, como cada año desde el 1900, peregrinan para esta fecha hacia esa localidad, mientras que ayer la liturgia fue acompañada por un festival de música.

A lo largo de esta mañana se celebraron cuatro misas en la basílica del pueblo, con la particularidad de que la de las 8 fue oficiada por el padre Epifanio Barrios, párroco de San Luis del Palmar y principal referente en la asistencia a los afectados por las inundaciones que se registraron durante junio en esa comunidad, ubicada a 25 kilómetros de la capital.

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Asimismo, durante la mañana se realizó la travesía náutica que llevó en peregrinación la imagen de la virgen de Caá Cupé desde la vecina ciudad paraguaya de Pilar hasta en el muelle de Itatí, donde la esperaba una imagen de la virgen correntina para emprender juntas una procesión por las calles de la localidad.

La historia de la Virgen de Itatí

 

Los sobrevivientes de la expedición de Juan Díaz de Solís por el Río de la Plata le informaron que navegando ese afluente en dirección norte encontraría grandes yacimientos de oro y plata. Los exploradores subieron por el Paraná y llegaron hasta los saltos de Yacyretá-Apipé (en la actual Provincia de Corrientes), que no pudieron sortear con sus grandes barcazas.

Como el lugar les pareció próspero, con animales y frondosa vegetación, buen clima y una población amigable de nativos, los hombres de Caboto se quedaron en Yaguarí, pueblo indígena que los recibió.
Los curas franciscanos no tardaron en llegar a la región, donde comenzaron una obra evangelizadora entre los indígenas que continuaría por siglos.

Casi cien años después de la primera expedición de Solís, y proveniente del sur de Brasil, llegó a Yaguarí la primera imagen de la Virgen: su rostro era hermoso y su pelo era negro. Sorprendía por su tamaño, porque era más alta que lo común (1,26 metros).

Estaba compuesta por dos maderas distintas: el cuerpo era de timbó, una madera del nuevo mundo que los indígenas conocían muy bien, y el rostro de nogal, una madera que sólo existía en Europa. Desde el viejo continente también habían llegado las ropas que la vestirían.

Itatí viene de la lengua guaraní “ita”, roca, y “tí “, blanca, o sea, “piedra blanca”, por los yacimientos de cal que estaban junto al arroyo Caleria.

Esta imagen nos muestra a la Virgen María, de piel un tanto morena, de pie sobre una media luna, con las manos juntas sosteniendo un rosario. Viste un manto azul y cubre su cabeza una túnica blanca. Los indígenas sentían cada vez más devoción por la imagen de la Virgen.

Sin embargo, en 1615, un grupo de nativos que no estaba de acuerdo con la obra evangelizadora de los franciscanos se llevó la imagen y la escondió. Otro grupo de indígenas devotos de la Virgen recibió la misión de encontrarla en los esteros del Paraná, que nadie conocía mejor que ellos. Grande fue su sorpresa cuando la encontraron sobre una piedra blanca a la orilla del río, iluminada en una luz que no podían explicar. Y envuelta en una música que no venía de ninguna parte más que del cielo.

Los indios llevaron la imagen ante el padre franciscano Fray Luis de Bolaños, quien decidió llevarla a la capilla de Yaguarí. Sin embargo, la Virgen desapareció una vez más, para espanto y desconsuelo de todos los devotos.
Nuevamente fue encontrada en el mismo lugar, sobre la piedra blanca, que en guaraní se dice itatí. Fray Bolaños se dio cuenta que la voluntad de la imagen era quedarse allí, a pasitos del Paraná, y no en Yaguarí.

Es por este motivo que decidió mudar todo el pueblo de Yaguarí hasta la nueva reducción, fundada el 7 de diciembre de 1615 en los alrededores de la piedra blanca. Con el nombre de Pueblo de Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. En ese lugar se levanta en nuestros días el inmenso templo a donde peregrinan millones de personas todos los años.

El 16 de julio de 1900, la imagen fue solemnemente coronada por voluntad del Papa León XIII. Fue entronizada con el nombre de Reina del Paraná y Reina del Amor. El 3 de febrero de 1910, el Papa Pío X creó la diócesis de Corrientes, y el 23 de Abril de 1918, la Virgen de Itatí fue proclamada su patrona y protectora de Corrientes.

Los milagros de la Virgen

En 1624, a menos de una década de la fundación de Itatí, el Padre Juan de Gamarra documentó los numerosos milagros que la Virgen de Itatí realizaba en su pueblo. Escribió detalladamente los milagros recogidos de los propios protagonistas y testigos, refrendados por sus superiores y el notario público de Corrientes.

Son relatos simples, como el de una niña ciega de nacimiento cuya madre pidió la vista para su hija a Nuestra Señora; puesta a rezar una novena, al concluir esta su hijita veía. También el de un niño de 12 años que cayó muerto en forma repentina, una prima le ató a la cabeza una cinta medida de esta imagen y tocada por ella, el muchacho fue volviendo en sí, sanó y vivió.

Un caso semejante le ocurrió a un indio que fue picado por una víbora muy venenosa, se fue agravando y lo dieron por muerto; pero vino el sacristán y le ató una cinta como aquella en la cabeza y el indio volvió en sí y se curó.
Otro caso conmovedor fue el de una beba que murió súbitamente, su madre desesperada le colocó en el cuello un rosario con el que había tocado a la imagen y la llevó corriendo hasta la iglesia; en el templo la niña revivió.

Un día la presencia de lo sobrenatural conmovió a todo el pueblo, fue el 5 de octubre de 1631. Estaban todos pidiéndole a la Virgen para que pasara la sequía y la presencia de langostas. Varias veces en ese día se oyó una música desconocida y durante el canto de la Salve el rostro de la imagen se iluminó con extrema hermosura.