Marta Teodora Schwarz fundó en Puerto Iguazú una monumental obra. Casi desconocida, fue la primera ministra de Salud mujer de Misiones: hizo nacer 2000 niños, ungió frentes con el perdón divino, fue jueza, partera, comadrona, tuvo 500 ahijados. Andaba en moto, en canoa, montaba a caballo. Estuvo en el Parque Nacional Iguazú desde antes de que la Garganta del Diablo tuviera baranda. Curó brasileños, guaraníes y paraguayos.
Como René Favaloro y Esteban Laureano Maradona no dejó descendencia sanguínea. Pero sí -como Favaloro y Maradona- dejó un ejemplo. “Por eso tiene que estar donde están las mujeres importantes”, dice Gabriela Barrios, la persona que atiene el museo-casa de Puerto Iguazú, cuando este cronista visitó su casa, austera, del centro de la ciudad de Puerto Iguazú.
Nació el día de la mujer, el 8 de marzo de 1915 en Buenos Aires. Su padre murió cuando Marta tenía seis años y entonces debió tomarse de la mano de su padrino: gracias a él estudió en el colegio alemán de Buenos Aires. Desde entonces, la distancia con su madre, que volvió a casarse, se hizo más notable.
Con 12 años viajó a Santa Fe, donde hace de niña de honor en la boda de la sobrina de su padrino. Esta familia se radica en la capital de Jujuy y Marta viaja con ellos. Allí hace la escuela secundaria como pupila de un instituto religioso. Pero los viajes la vuelven a llevar a otro lado: Córdoba capital. Ahí cursa el último año del secundario.
En Córdoba se entera de que su madre vuelve a enviudar y en 1935 se reencuentra con ella. Para entonces, con 20 años, tiene claro un objetivo: quiere ser doctora. Entonces, cursa la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba donde se recibe primeramente de Farmacéutica y luego de Médica.
Más adelante se especializa en Puericultura, para ese entonces ya trabajaba en el Hospital de Maternidad Cordobesa, Hospital de Niños Nuestra Señora de la Misericordia, Hospital de niños la Gota de Leche, servicio de Ginecología, asistencia Pública, directora del Dispensario Provincial.
Como viajar tenía que ver con su vida, vuelve a hacer las valijas, esta vez con su madre. El destino: Puerto Naranjito, Misiones. Estando en Posadas como médica del Hospital Regional le ofrecen un trabajo en el hospital de Puerto Iguazú. Marta dijo que sí. Entonces empezó la leyenda. Porque en el primer mes de trabajo se convirtió en directora del hospital.
Más tarde se anota como la primera y única mujer médica subsecretaria de Salud y luego ministra de Salud Pública de la provincia de Misiones. Desde ese lugar es que diseña, realiza y patenta instrumental quirúrgico específico -aun en práctica-, y dona el valor total de la propiedad intelectual al sistema público de salud. Pero la gente le tiraba más: deja el cargo de ministra para dedicarse de lleno a la dirección del Hospital de Puerto Iguazú que hoy lleva su nombre. «La salud no puede practicarse detrás de un escritorio», dijo cuando renunció para atender en su casa, con la complicidad de su amiga y asistente, Doña Rufina. Es ahí, en su desempeño de cada día, que recibe el apodo que va a marcarla para siempre: «El Ángel de la Frontera» primero y más tarde «El Angel de la selva».
Cuando dejó la función pública, atendió a turno completo en su consultorio y fundó una asociación civil que lleva su nombre y que sustenta una Guardería para niños de escasos recursos, en una calle de Puerto Iguazú que, claro, lleva su nombre. Murió el 29 de marzo de 2005, a los 90 años.
«El bien no hacer ruido, el ruido no hace bien», era una frase que decía siempre y que está en cada rincón de lo que fue su casa de Puerto Iguazú, que hoy es un museo que recuerda su vida: aquí está su material quirúrgico, el consultorio que, basándose en fotografías, fue recreado casi en su totalidad, sus diplomas, certificados, regalos de otros países, reconocimientos.
La fundación Dra. Marta T.Schwarz, se ocupa de prestar ayuda a la comunidad aborigen, recaudación de fondos a los más necesitados, brindar ayuda al hospital, prestar sesiones de vacunación, entre otras actividades.
Está en Misiones el recuerdo de esta doctora simple que anduvo la tierra colorada sin otro horizonte que el bien de sus hermanos. Por eso los médicos que ahora mismo egresan de las universidades deberían conocer la historia de «El Angel de la Selva». Tal vez les ayude para tratar a los pacientes como personas, tal vez puedan así abandonar el pedestal desde el cual miran a quienes atienden. Tal vez así se vuelvan más humanos, más bondadosos, más desinteresados. Más parecidos a Marta Teodora Schwarz.