Producir sin agrotóxicos es posible: en El Pato ya lo hacen.
Una familia de El pato, en Berazategui, al sur del Gran Buenos Aires, produce alimentos más sanos tanto para los productores y consumidores como para el medio ambiente. Lograron que toda su producción -6.000 kilos de verduras y 3.000 docenas de flores anuales- esté libre de agrotóxicos como el glifosato.
«Yo empecé enfermándome muy mal, hasta que me tuvieron que operar la vesícula. Luego intenté volver a fumigar con los químicos que siempre usábamos y casi me muero», contó Bernardo Castillo, quien a partir de esta experiencia pensó otra manera de producir.
Los médicos le diagnosticaron intoxicación por el mal uso de agrotóxicos y Bernardo decidió dejar de utilizar los químicos fuertes y «reemplazarlos con remedios agroecológicos que no son venenos sino ahuyentadores que corren o espantan a las plagas», explicó el productor.
La quinta de la familia Castillo se convirtió en modelo de explotación agroecológica y él mismo en referente de este sistema de producción cuyo eslabón final es la venta directa del productor al consumidor, que «nos viene a visitar e intercambia ideas con nosotros. La gente cree que lo agroecológico es más caro, pero no es así porque si bien lleva un poco más de laboreo, es mucho más barato producirlo», aseguró el quintero.
Bernardo ya convenció a veinte quinteros vecinos que ya están produciendo agroecológicamente, sin agrotóxicos, y otros cincuenta ya lo hacen en la localidad bonaerense de José María Jáuregui.
El sistema de producción
El sistema de producción se basa en diversificación de especies, no aplicar agrotóxicos, seleccionar los vegetales que pueden colaborar con el control de plagas, dejar siempre corredores biológicos que permitan que ahí sobrevivan las plagas e ir probando y seleccionando microorganismos que puedan ser utilizados para el control de enfermedades.
En esta quinta, los pesticidas son reemplazados por el sulfocalcio, logrado en base a azufre y cal, el caldo bordelés, hecho con sulfato de cobre y cal apagada, el vinagre de manzana y el aceite de neem, óleo natural extraído del árbol del mismo nombre.
Los fertilizantes son suplantados por productos como el purin de ortiga, que se obtiene de la fermentación de la planta y el compost, que además es protagonista de un proyecto de biofábrica o fábrica de controladores biológicos o bioinsumos que también están llevando adelante en esta quinta.
La profesora de zoología agrícola Serafina Russo explicó que el no uso de pesticidas convencionales permite que sobrevivan bichos que funcionan como biocontroladores porque se alimentan de otros insectos malos o que producen daños.
«Los biocontroladores están naturalmente y si uno pone agrotóxicos mata todo, lo bueno y lo malo. Acá vemos que hay parasitoides y predadores dando vuelta, y por eso no hay tantas plagas», dijo señalando las flores de la quinta.
El emprendimiento es apoyado por un proyecto de extensión de la Universidad de Buenos Aires denominado «Manejo sanitario sustentable en una transición hacia la producción agroecológica de flores y hortalizas», del que participan estudiantes y docentes de la Facultad de Agronomía, así como técnicos del Senasa, el INTA y la Secretaría de Agricultura Familiar del Ministerio de Agroindustria de la Nación.