Agricultura tóxica en San Antonio de Areco
Ana Zabaloy es directora y maestra en la Escuela Rural N° 11 de San Antonio de Areco, que en 16 meses ya fue fumigada cuatro veces. “Hicimos la denuncia después de la primera fumigación, que ocurrió en horas de clase y los chicos empezaron a sentirse mal: mareos, vómitos, son los síntomas más comunes. La mayoría, además, tienen problemas crónicos de respiración”, denunció la docente de los 14 alumnos que cada día concurren a la escuela ubicada a 20 kilómetros del pueblo.
«La última vez que fumigaron estábamos con los nenes en las hamacas y tuvimos que dejar todo y empezar a correr al aula”, lanza Ana con una indignación que le atraviesa los ojos. La mayoría de los chicos que concurren a las escuelas son familiares de gente que trabaja en estos campos, entonces «costó mucho poder hablar con las familias y hacerles entender qué es lo que pasaba, pero ahora lo saben y lo debaten también en la casa”, explica y remarca que es “los peones no pueden hacer nada, si denuncian algo pierden sus trabajos”.
A Ana Zabaloy se la escuchó durante una disertación en el Hospital Garrahan, de la que participó un grupo de científicos de la Universidad de La Plata que estudia la incidencia de los plaguicidas en la salud: Docentes como Ana expusieron las situaciones que deben afrontar diariamente por las fumigaciones a los campos linderos de los establecimientos escolares, que provocan graves problemas de salud a los alumnos y maestros.
Damián Marino, coordinador del grupo que realizó el muestreo en la escuela de San Antonio de Areco, anunció que es necesaria una discusión urgente sobre el código alimentario para regular qué plaguicidas se pueden utilizar y en qué proporciones.
Después de mucho esfuerzo, Ana consiguió que un grupo de científicos de la Universidad de La Plata hiciera un estudio completo del suelo, el agua y el aire de la escuela. Los resultados fueron contundentes: había un nivel de arsénico superior al permitido por la OMS, por lo que lograron que envíen agua embotellada. También se detectó la presencia de más de siete agroquímicos distintos, algunos de ellos incluso prohibidos en otros países”, explicó.
Por su parte Mariela Leiva, directora de la escuela 44 República Argentina del departamento Uruguay, en Entre Ríos, denunció que su escuela también está rodeada de cultivos y donde hay cultivos hay fumigaciones venenosas. “En diciembre del año pasado, cerca del mediodía, una avioneta fumigó muy cerca de la escuela y salí a ver que era ese ruido. A los diez minutos una nena estaba vomitando y otros chicos estaban tirados sobre los bancos con mareos, dolor de cabeza y ardor en los ojos. Llamé a la ambulancia, que en principio no quería venir y me decía que los lleve yo en mi auto», relató la directora.
Ese día hicieron la denuncia. Se acercaron las autoridades del municipio diciendo que iban a tomar las medidas necesarias para que esto no vuelva a ocurrir: a un año de esto nunca volvieron a aparecer. La causa se judicializó, les extrajeron sangre a las víctimas y se envió al laboratorio de Criminalística de Entre Ríos. La respuesta fue que no tienen los medios necesarios para determinar si tienen agroquímicos en sangre o no. Se siguen haciendo fumigaciones a cualquier hora. Nada cambió.
En Argentina se impuso un sistema de agricultura tóxica. Desde el año 1990 hasta 2011 aumentaron un 1000 por ciento la cantidad de agrotóxicos que se utilizan en el país.
El mayor pesticida utilizado, que es a la vez el más cuestionado, es el glifosato, usado para matar las malezas que amenazan el crecimiento de la soja, el poroto que cotiza en bolsa. El Round Up, nombre comercial del veneno, es una creación de Monsanto exclusiva para la soja. También se usan pesticidas para matar plagas de otros cultivos: maíz, sorgo, centeno, cebada, pero ninguno es tan potente -ni tan cuestionado- como el glifosato.
En diciembre de 2012 la Auditoría General de la Nación constató que los cultivos transgénicos de soja sujetos a fumigación sistemática cubren 20 millones de hectáreas de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Santiago del Estero, San Luis, Chaco, Salta, Jujuy, Tucumán, La Pampa y Corrientes. En esa región viven 12 millones de habitantes, sin contar a los habitantes de las grandes ciudades.