Baja la fiebre, combate el malestar estomacal, alivia los dolores del reuma y la artrosis, funciona como antiinflamatorio bucal, entre tantas otras aplicaciones que tiene la jarilla, una planta ramosa declarada Flor Nativa Provincial de Mendoza, pero presente en zonas montañosas del oeste argentino e incluye tres especies: Larrea nítida, Larrea divaricata, Larrea cuneifolia.
La jarilla alivia contracturas musculares aplicando compresas embebidas en su cocimiento (lo más calientes que se toleren), Puede usarse su aceite. Para ambas preparaciones se usan las hojas y las ramitas.
Como infusión, la jarilla se llegó a utilizar contra el cólera, fiebres intermitentes, inflamación del intestino, dolor de muela o ulceras en la boca. También para combatir el mal olor en los pies y para calmar el dolor causado por luxaciones, esguinces y fracturas.
Al mismo tiempo, la jarilla tiene aplicaciones culinarias: el chef riojano Hugo Véliz lo utiliza por su poder aromatizante. En La Rioja, esta arbustiva crece como una planta silvestre que está al alcance de todos.
Además, es muy usada por la población para leña, es de fácil combustión por lo que se usa para otorgar fuego y para aromatizar hornos de barro y ambientes con el fin de sanearlos y dar una composición floral particular y marcada al ambiente.
La raíz de la jarilla ayuda a evitar la caspa y tratar sífilis y dermatitis diversas. La sustancia resinosa contenida en sus hojas también se utiliza como remedio veterinario para caballos y mulas. Como ornamento es muy llamativa por su floración amarilla, generalmente de octubre a noviembre, y especialmente aromática.