Martín Gómez, soguero, Ranchos, cuero

A los 99 años murió Martín Gómez, el soguero emblema de Ranchos

En la primera hora del viernes 28 de julio murió en Ranchos Martín Gómez, el soguero emblema del pueblo y del país. Tenía 99 años y había sido puestero antes de dedicarse al trabajo en cuero, arte en el cual se ganó un nombre no sólo en la Argentina sino en gran parte del mundo, adonde vendía sus trabajos.  

Seis meses atrás conocimos a Martín Gómez en su taller. Nos esperaba sentado en su pequeño banco fabricado con cadera de vaca. Tenía los ojos pícaros y la sonrisa vivaz de quien ha descubierto todos los secretos. Habló sobre algunos momentos de su historia: «Amo mi trabajo, nunca me aburro porque eso es para los hombres que no piensan», decía.

En una tarde soleada de enero nos contó que se levantaba mucho antes que el sol y comenzaba a trabajar -pala en mano, azada a veces- en su jardín. En este taller pegado a su casa trabajó el cuero crudo durante varios de los 74 años que le dedicó a ese oficio que aprendió solo. Hasta los 25 años Martín Gómez, nacido en la estancia El Espartillar, partido de Chascomús, fue puestero. 

Pero un día un hombre le propuso alquilar una pieza en Villanueva, cuando la estancia cerró sus puertas. «Me llevé el catre (lo único que tenía) y empecé a trabajar. Nadie me enseñó a trabajar el cuero -repitió varias veces la palabra «nadie». Los errores me ayudaron a avanzar. Al cuero nunca le eché nada, sólo trabajo».

Hijo de un puestero entrerriano nacido en Gualeguay y una porteña llamada Alberta, era el mayor de 16 hermanos: 10 varones y 6 mujeres y el único dedicado al arte del trabajo en cuero. Creció rodeado de estancias, entre caballos, ovejas y vacas.

Desde niño trabajó en el campo, cobrando 1 peso por día -cuando un par de alpargatas costaban 0,40 centavos, recordaba-. Trabajaba para una familia inglesa. «Eran muy buena gente, amables y cuidaban mucho a los animales», decía en aquel encuentro de enero.

«Yo trabajo con cuero natural y lo ablando a golpes, no le echo ninguna química y puede durar quinientos o mil años», explicaba el maestro soguero mientras bajaba la voz como si contara un secreto. Y seguramente ese no sea el único.

Desde Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Italia, España, y otros países del mundo venían hasta su sencilla casa de Ranchos por sus artesanías de cuero. En 1950, recuerda Martín, le enviaron desde Australia una encomienda a la estación de tren de Ranchos (cuando el tren funcionaba). Era una caja con cuatro cueros de canguro que se la enviaron para que los trabaje. Las despachó al tiempo al remitente, convertidas en cabezadas.

Partió el emblema de los sogueros tras casi un siglo de vida. Quedan sus hijos, herederos de una sangre que ha hilvanado piezas únicas a partir de una técnica singular para trabajar el cuero, un arte forjado en las manos de Martín Gómez, un tipo sagaz, un hombre bueno, el emblema de los sogueros en una tierra que lo despide con la reverencia que merecen los grandes.  

Fotos: Esteban Raies

Conocé a Martín Gómez, el gran maestro soguero de Ranchos