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El 42 por ciento de las frutas y verduras de Buenos Aires tienen agrotóxicos

Un 42 por ciento de las frutas y verduras que llegan a la mesa de los porteños no cumple con la reglamentación vigente respecto al uso de plaguicidas, ya sea por haber excedido los valores establecidos o por presentar residuos de estos químicos no permitidos o registrados para ese cultivo, informó un estudio conjunto de las universidades de Buenos Aires (UBA) y La Plata (UNLP).

La investigación reveló que en 61% de las frutas y verduras estudiadas se detectó al menos un plaguicida mientras que 11% presentaron mezclas de más de tres plaguicidas y en un cuarto del conjunto se detectaron al menos dos de estos agroquímicos.

El trabajo estuvo a cargo de la Cátedra de Soberanía Alimentaria (Calisa) de la Escuela de Nutrición de la UBA y el Espacio Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

El estudio consistió en la búsqueda de residuos de plaguicidas (insecticidas, fungicidas y herbicidas) en 85 muestras de naranjas, morrones, lechugas, zanahorias y tomates entregadas por la población de la ciudad de Buenos Aires a partir de una convocatoria de la cátedra entre el 27 y 30 de septiembre de 2015 que invitaba a llevar «las frutas y verduras que se compran cotidianamente en la verdulería».

Los resultados en frutas y verduras

La investigación detalló que 4 por ciento de las muestras de frutas y verduras tenía concentraciones de plaguicidas por encima de los límites máximos de residuos (LMR) permitidos por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), dependiente del ministerio de Agroindustria.

Sin embargo, cuando los investigadores aplicaron la resolución del Senasa que establece que si un producto no está regulado para un alimento lo máximo permitido es el 0,01 mg/kg, entonces las muestras que se encuentran «fuera de la regla» ascendieron a 42%.

El informe también detectó en las muestras plaguicidas directamente prohibidos como Endosulfan, Paratión o plaguicidas organoclorados persistentes de la familia del DDT e infirió que «su presencia se debe a procesos de translocación desde el suelo, por la persistencia de estos compuestos en suelo como consecuencia de su uso y persistencia, en el pasado».

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En referencia a los alimentos analizados, la zanahoria es el que tiene mayor carga total de plaguicidas, seguida por la naranja y en último lugar se ubica la lechuga: «La concentración más alta cuantificada fue de 450 microgramos/kilo para L-Cialotrina en una muestra de zanahoria, para la cual no está regulado; para este alimento también se detectaron 3 excesos de LMR para el compuesto Azoxistrobin», detalla el informe.

El estudio añade que «en morrones se encontraron como plaguicidas más problemáticos Tebuconazol, Epoxiconazol, Acetocloro y Corpirifós así como en naranjas el piretroide Cipermetrina con 205 microgramos/kilo y tomate con 89 microgramos/kilo».

Del total de plaguicidas evaluados, el que se detectó con más frecuencia fue el Clorpirifós (15,3%) seguido de Epoxiconazol y Fipronil (14,1%) y Permetrina (12,9%).

En las personas, la exposición por poco tiempo (un día) a niveles bajos (miligramos) de clorpirifos puede causar mareos, fatiga, secreción nasal, lagrimeo, salivación, náusea, molestia intestinal, sudor y cambios en el ritmo cardíaco. La exposición oral de corta duración a niveles más altos (gramos) de clorpirifos puede causar parálisis, convulsiones, desmayos y muerte. Los informes también muestran que la exposición al clorpirifos por poco tiempo puede causar debilidad muscular en las personas, semanas después de la desaparición de los síntomas originales. Otras consecuencias de la exposición al clorpirifos abarcan cambios de conducta o hábitos de sueños, cambios de humor y efectos en el sistema nervioso y en los músculos de las extremidades (que pueden manifestarse a través de sensaciones extrañas como insensibilidad u hormigueo o como debilidad muscular). No se ha clasificado aún el clorpirifos por su carcinogenicidad (Clase D).

En 2015 el Emisa había analizado frutas y verduras del Banco de alimentos de La Plata, y allí había encontrado que 42,5% de las muestras contenía plaguicidas que superaban el límite o no estaban registrados.
«Es sorprendente ver cómo coincide ese porcentaje en dos ciudades diferentes y con dos años de distancia. Observamos entonces como problema principal que hay químicos que no están registrados y, por lo tanto, no están regulados», expresó Damián Marino, responsable de Emisa.

Por su parte, la coordinadora de Calilsa, Miryam Gorban, sostuvo que «el objetivo es generar conciencia sobre la importancia de comer seguro y soberano, eso implica una larga lucha en la universidad, con los productores, pero también en la sociedad; y este estudio demuestra que el uso de los agroquímicos no es un problema sólo de los pueblos fumigados o de los sectores rurales, sino de toda la población».

Los resultados de esta investigación llegan dos meses después de que el Senasa informara que en operativos realizados entre 2011 y 2013 se detectaron partidas de frutas y verduras fumigadas con hasta 22 pesticidas.
Los datos del organismo arrojaron que, por ejemplo, el 98% de las peras analizadas dieron positivo en 20 variedades de insecticidas/fungicidas, mientras que en cítricos (mandarina y naranja) fue en 92% y 84% de las muestras, respectivamente.

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