Villa Traful: el encanto de la perla escondida de la Patagonia argentina

En el kilómetro 1585 de la Ruta Nacional 237 un cartel avisa que para llegar a Villa Traful hay que tomar un camino de ripio de 35 kilómetros. Miramos el río Limay que corre a lo largo de 380 kilómetros mientras arriba podría estar volando el cóndor que anida en las formaciones rocosas de las montañas del Valle Encantado. Somos cinco repartidos en los 49 asientos de este micro que viene desde Bariloche a esta villa neuquina tres veces por semana: martes, sábados y domingos.

El camino es ancho y está en buenas condiciones, tiene curvas y contracurvas como si quisiera copiar el delirio serpenteante del vecino río Traful. Hay subidas empinadas pero nada que no solucione el primer cambio de marchas de cualquier motor.

Traful es un nombre mapuche que significa «unión» o «junta», el topónimo original era «travul leuvu» que significa junta de ríos y aludía a la confluencia de los ríos Traful y Limay.

Enseguida que se toma el camino aparece la paleta de colores del otoño: el bermellón de la rosa mosqueta, el amarillo de los álamos que desprenden su últimas hojas, el naranja de las arbustivas y de algún pino caído y el verde como tono predominante. Los árboles son un cuadro en movimiento: el ciprés de cordillera, el coihue, la lenga y el serbal del cazador saludan con sus ramas.

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Serbal del cazador

Cinco kilómetros antes de la villa se abre una panorámica donde aparece un gigante: el lago Traful, un espejo de agua verde opacado por las nubes donde hay un bosque bajo sus aguas y dos lagunas escondidas debajo del cordón serrano: encantos disponibles en temporada alta. Más tarde nos enteraremos que los peces autóctonos, como el puyén chico y grande, el otuno o bagre aterciopelado, bagre de los torrentes, percas boconas y de boca chica, conviven con especies introducidas como la trucha marrón, arco iris, de arroyo y el salmón encerrado.

A 100 kilómetros de la ciudad de Bariloche, rodeada de más de 8 millones de hectáreas de bosques protegidos y con apenas 500 habitantes, se levanta entre cerros nevados la Villa Traful, al pie del lago que lleva su nombre.

“Se acabó el paseo”, dice un hombre con ropa gaucha, con tono gaucho, con botas gauchas, con algunos dientes, con la cara curtida por el frío inclemente y la cabeza enfundada en una boina raída. Lleva dos bolsas con pañales y apenas baja del mciro se pierde en cámara lenta en una calle de tierra cerrada por pinos.

Todo es colorido en Traful, hasta la persona que nos atiende en la Administración de Parques Nacionales: se llama Violeta y nos recomienda hacer las caminatas cortas hasta las cascadas Coa Co y Arroyo Blanco. Tienen una dificultad simple y permiten entender por qué Villa Traful es la perla oculta de la Patagonia Argentina, el reino del silencio.

Lo rompe un perro cuando le ladra a dos trabajadores que pasan con una horquilla en el hombro. Uno de ellos le amaga con pegarle. El perro ladra cada vez más. Cuando se da cuenta de que su voz es la única de Villa Traful a las dos de la tarde se calla y se une a nuestra caminata como si fuera nuestro guía.

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Con las piernas cansadas por los 4 kilómetros entre subida y bajadas nos animamos a 2 más, motivados por un sol que cuando le escapa a las nubes hace más verde el agua del Traful. Nuestro guía juega con una piña que eligió entre cientos que cubren las veredas. El perfume dulce de la leña que calienta alguna casa de los 500 habitantes se mezcla con el de una planta de lavanda y el de una suave llovizna que humedece el pasto.

En la estación de servicio está el chofer del micro y el empleado charlando sobre los beneficios del destornillador eléctrico. Despacha agua caliente, un alfajor y sigue la charla. Afuera el sol se esconde detrás de las montañas y los pobres 3 grados de temperatura lastiman las manos y la cara. Nuestro perro compañero y guía nos mira desde la esquina y parece entender que es momento de la despedida. Ladra hasta que el micro hace sus primeros metros y se marcha hasta la plaza de este bendecido rincón de la patagonia argentina.

Fotos: Por el País