El agua mala, de Josefina Licitra

En 1985 el pueblo de Villa Epecuén ubicado en el partido de Adolfo Alsina, Buenos Aires, que se había convertido en uno de los polos de turismo termal más importantes de la Argentina, sufrió la crecida de un lago y en pocos días quedó bajo ocho metros de agua. Los funcionarios públicos se empeñaron en negarlo todo, hasta que tuvieron el agua al cuello.

Muertes, casas destruidas, cadáveres flotando por la superficie del agua, depresión, desarraigo e ineficacia política, son temas queagua mala3 surgen de esta desesperante historia por la que pasaron los habitantes de este pueblo de agua termal. «Aunque sucedió hace 29 años, la gente se puso a llorar como si le hubiera pasado hace poco. Supongo que tiene que ver con lo violento que fue todo. Las casas se perdieron de una semana para la otra. El Estado no tuvo herramientas para sostener ni económicamente ni simbólicamente a esa población. No les dieron las casas y no les dieron asistencia psicológica. Es gente de pueblo que, con lo que podía, tuvo que resolver su tragedia y está absolutamente lastimada y de modo definitivo. Lo que le quede de vida lo va a llevar adelante en estado de dolor», comenta Josefina.

Josefina Licitra, una cronista reconocida, se metió en la vida de los protagonistas-sobrevivientes: compartió comidas, caminó por lo que queda de este pueblo, vio de cerca las lágrimas de un hombre que perdió todo, hasta a su familia.

Hoy, las ruinas de Epecuén resurgen de las aguas y traen consigo un paisaje de posguerra, y preguntas. ¿Es posible que un pueblo desaparezca en silencio? ¿Qué tipo de relato queda escrito en Epecuén? Josefina busca respuestas entre los evacuados, fotos viejas y las voces de una generación que habla de su pueblo como se habla de la infancia: con nostalgia.