Según los especialistas, la modificación de los hábitos de vida a largo plazo es decisivo para disminuir el riesgo cardiovascular: «Sostener un descenso de peso de 10 kilos puede alcanzar por sí solo para bajar la presión arterial hasta dos puntos».
«Promover un cambio en el estilo de vida y ayudar al paciente a sostenerlo es una tarea mucho más compleja que hacer indicaciones sobre una alimentación correcta y aconsejarle a la gente que haga ejercicio, por eso ahora decidimos poner esa tarea como objetivo central», dijo a Télam Fernando Filippini, presidente de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA).
La hipertensión arterial (HTA) afecta al 30 por ciento de la población adulta, está presente en el 80 por ciento de los casos de muerte por enfermedades cardiovasculares y es la principal causa de ACV.
Es una enfermedad silenciosa, asintomática y letal que sólo puede ser detectada mediante el control de la presión arterial. Y si bien la adherencia a los tratamientos farmacológicos es un problema para bajar el riesgo de la población hipertensa, hoy los especialistas ponen cada vez más la atención en la modificación del estilo de vida, con una alimentación menos «industrializada» como núcleo central.
«Hay excelentes tratamientos farmacológicos, pero sin cambios profundos en el estilo de vida no ofrecen todos los beneficios que son capaces de dar», coincidió por su parte el cardiólogo Arnoldo Kalbermatter, también miembro de la SAHA.
Kalbermatter dio otros ejemplos: «Adoptar una dieta como la DASH (sigla en inglés de Dietary Approaches to Stop Hypertension o Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión), similar a la mediterránea, rica en frutas y vegetales y baja en grasas, permite un descenso de entre ocho y 14 mmHg (0.8 a 1,4 puntos), y bajar el consumo de sal a seis gramos diarios ayudaría a bajar la presión unos ocho mmHg (0,8 puntos), algo similar a la incorporación de 30 minutos diarios de actividad física aeróbica», puntualizó.
«Los cambios en el estilo de vida relacionados con el descenso de peso y la incorporación de actividad física tienen, según se demostró en muchos estudios científicos, alrededor de 20 efectos beneficiosos comprobados, con la ventaja de que no tienen efectos adversos», sintetizó Kalbermatter.
«Lo ideal -apuntó por su parte Mario Groberman, también miembro de la SAHA- es lograr una educación nutricional con criterio. Indagar sobre la actividad del paciente, de qué se ocupa, cuáles son sus horarios, para evaluar qué cambios beneficiosos puede implementar. No es lo mismo un paciente que trabaja todo el día y tiene sus cuatro comidas fuera de casa que quien puede prepararse su propia comida».
Los especialistas coincidieron en que otras de las medidas que ayudan a reducir la presión arterial son moderar el consumo de alcohol y dejar de fumar.
Así, precisaron que limitar el consumo de bebidas alcohólicas a 30 gramos de alcohol por día (equivalente a unos dos vasos pequeños de vino tinto) en varones delgados y 20 gramos en mujeres ayuda a reducir entre dos y cuatro mmHg la presión arterial. Además, recordaron que el consumo de alcohol en pequeñas cantidades disminuye el riesgo de infarto de miocardio.
En cuanto al cigarrillo, se sabe que dejar de fumar es la medida de prevención sanitaria más eficaz para las personas hipertensas y no hipertensas, ya que reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares, renales y de una gran variedad de tipos de cáncer.