Duraznos, ciruelas, pelones, damascos y cerezas saliendo de un mismo árbol parece sólo posible en un cuento de Ray Bradbury. Pero hoy sabemos que es real gracias al artista Sam Van Aken, oriundo de Estados Unidos, que hizo exactamente eso: le dio vida a algo que parecería imposible, diseñó un árbol a partir de 40 injertos de diferentes árboles frutales y el resultado es un «súper árbol» del que nacen 40 variedades de frutas.
Este híbrido (organismo vivo procedente del cruce de dos organismos) salió de un huerto de unos 150 años que iba a desaparecer, pero fue salvado por este artista que aprovechó la información genética de este huerto en el que había frutas raras y viejas en peligro de extinción.
Sam Van Aken llama a su proceso «escultura a través de injertos», y lo realiza haciendo pequeños cortes en el tronco, donde inserta una rama nueva de otro árbol que, luego de atarla y encintarla, el corte se cierra y la rama comienza a crecer junto al tronco. El árbol que tiene como primera muestra de su experimento se encuentra completamente sano.
Ahora va por más: quiere crear el «Árbol de las 100 frutas», utilizando la misma técnica.
«Quería que el árbol interrumpiera y transformara la cotidianidad. Cuando florece inesperadamente en colores diferentes y observas los distintos tipos de fruta colgadas de las ramas, no sólo cambia la forma en que lo ves, sino que cambia la forma en que percibes las cosas en general», afirma el artista.
Uno de los mayores propósitos de estos árboles es conservar la diversidad de variedades nativas de Estados Unidos, aunque no es solo un proyecto horticultural, ya que estos árboles son resultado de un proceso creativo, escultural: la manipulación de material vivo.
Como árboles frutales destinados al consumo humano podrían ser muy útiles, ya que produciría pequeñas cantidades de varias frutas en distintos tipos del año.