En Córdoba tienen la idea de crear un segundo Parque Nacional protegido, que se sumaría al ya existente Parque Nacional Quebrada del Condorito. El plan avanza a paso firme: el proyecto busca convertir la histórica Estancia Pinas, una enorme extensión de más de 105 mil hectáreas ubicada entre la sierra de Guasapampa y la zona de llanos que se extienden hacia la provincia de La Rioja, en un parque nacional.
La superficie de esta estancia triplica a la del Parque Nacional Quebrada del Condorito y se ubica junto a la pequeña reserva natural de Chancaní, que sólo tiene cinco mil hectáreas y juega un rol importante en la preservación de la biodiversidad en esa zona del país.
“La creación de una reserva ecológica en ese sector tan postergado del territorio provincial –dicen los legisladores– resulta sumamente necesaria para proteger la diversidad natural y también constituiría un elemento fundamental para el desarrollo de la región”.
El futuro parque sería una herramienta de desarrollo para dos de los más pobres departamentos de la provincia: Pocho y Minas, los cuales tienen algunos de los peores índices de desarrollo social.
Fauna en expansión
La Estancia Pinas ha sido subexplotada en las últimas décadas y esto permitió una recuperación de la flora y fauna. Este año, por ejemplo, se descubrió dentro de la estancia la presencia de una especie animal, el pecarí chaqueño (Catagonus wagneri) que nunca antes había sido visto en la provincia de Córdoba, y que es habitante usual de Santiago del Estero. Es un mamífero que se encuentra en riesgo de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
La estancia Pinas integra la ecorregión del Chaco Seco, y forma parte de las geografías consideradas de conservación prioritaria.
En su enorme extensión de más de 105 mil hectáreas hay un casco histórico, los restos de una capilla del siglo XIX y el recuerdo de dos grandes personajes que fueron sus propietarios.
La estancia: un poco de su historia
Luego de ser escenario para actuación de bandidos rurales, el paso de montoneras y un intento religioso por parte del sacerdote Juan Felipe Singuney, que construyó la capilla en 1838, la estancia pasó a manos del prócer del Partido Demócrata Progresista, el santafesino Lisandro de la Torre.
El legislador la compró en 1908 y quiso explotarla agropecuariamente, pero la sequía hizo fracasar sus planes. Por eso decidió construir una extensión ferroviaria hasta su campo y comenzar a talar los bosques de quebrachos colorados que había en el lugar para enviarlos a Buenos Aires.
De la Torre se suicidó en Buenos Aires en 1939 y al siguiente el campo fue rematado. Lo compró el hacendado y político de Traslasierra Juan Manubens Calvet, quien lo sumó a su millonario emporio.
Desde la muerte de Manubens Calvet en 1981, el campo se encuentra sin dueño y la responsabilidad de la administración es del Poder Judicial de Córdoba hasta que la causa de la herencia se resuelva.
Fuente: La Voz del interior