A primera vista, Hogewey es un pueblo como cualquier otro de Holanda: tiene bares, restaurantes, negocios, teatro y un parque. Pero en realidad es un pueblo creado, diseñado y ambientado para personas mayores de 80 años con demencia y Alzheimer.
Hogewey fue fundado en 2010 y es una especie de hospital al aire libre de 16.000 metros cuadrados especialmente diseñado para sus habitantes: ellos pueden transitar las calles decoradas como en los años 50 y vivir sin sentir que están siendo tratados por una enfermedad.
La construcción de Hogewey le costó al Gobierno holandés unos 30 millones de euros. La estancia de cada uno de los residentes cuesta 10.000 euros al mes, de los que no más de 4.000 salen del bolsillo de los familiares de los ancianos. El resto recae sobre las arcas públicas.
La lista de espera para acceder al centro es larga, y pueden pasar hasta 5 años para que un nuevo paciente pueda entrar.
Si bien esta iniciativa tiene detractores, se ha observado que la vida de los residentes en Hogewey es más activa, satisfactoria y saludable que la de los usuarios de centros tradicionales de atención a mayores. Y además se ha constatado que requieren menos medicación.
Partiendo del concepto de que para estos enfermos estar en un ambiente familiar y mantener una vida activa tiene efectos muy positivos, el equipo que creó Hogewey concibió un pequeño pueblo que cuenta con teatro, cafetería, pub, tiendas, peluqueria y otros servicios que ayudan a mantener una ilusión de “normalidad” a los residentes.
En el pueblo se construyeron siete modelos de vivienda, en función de los diferentes tipos de residentes. Cada casa, que alberga a 6 o 7 habitantes, mantiene un estilo específico: Stads, para personas acostumbradas a la vida urbana; Goosie, con un cierto toque aristocrático; Ambachtelijke, para personas dedicadas al comercio y artesanos; Indische, para los relacionados con India o las antiguas colonias holandesas en Asia; Huiselijke, para amas de casa y hombres caseros; Culturele, con toques culturales y para aficionados al cine y al teatro; Christelijke, para las personas más religiosas, sin importar su credo.
Los residentes hacen sus compras habituales en el supermercado, preparan sus comidas y mantienen la forma de vida que habrían tenido de seguir en sus propios hogares. Pueden pasear libremente por los jardines -más de hectárea y media de terreno-, y disponer del tiempo a su gusto.
Por otro lado los médicos, enfermeras, psicólogos y especialistas, usan ropa de calle y actúan como personajes necesarios para la vida cotidiana de Hogewey: jardineros, limpiadoras, tenderos, buscando que los residentes se sientan cómodos y como “en la vida real”.
Para unos 150 residentes hay 250 profesionales de diversas disciplinas. Gracias a las iniciativas en torno a los recursos con que cuenta, han logrado que su costo por plaza sea muy similar al de un centro tradicional en Holanda, calculado en torno a 5.000 euros por persona y mes.
“Los adultos ancianos merecen todo nuestro respeto y compasión, por lo cual éste tipo de escenario asegurará que vivan sus últimos años de forma normal y siendo felices”, son palabras del doctor Dale Archer, de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Los beneficios que ofrece Hogewey frente a los hospitales tradicionales son muchos. Según una entrevista concedida a The Guardian por Isabel van Zuthem, jefa de prensa de la iniciativa, “lo primero que notan nuestros pacientes es una menor ansiedad. Se encuentran en un entorno familiar, tranquilo y humano, que reconocen y en el que se sienten seguros. Están rodeados por objetos que conocen y por personas muy parecidas a ellos, con los que comparten valores e historia”.
El éxito de esta iniciativa ha hecho que otros países se animen a imitarla. En 2013 se inauguró un centro en Fartown (Inglaterra) que imita un pueblo inglés de los años 50. En Suiza, se está construyendo otro en la localidad de Wiedelisbach.