La conocimos de casualidad en General Acha, La Pampa, una tarde en la que el sol bañaba de color naranja y dorado a los álamos, pero no alcanzaba para calentar el aire que parecía salir de un témpano. El perfume de la carne asada recorría el campo con la excusa de que en esta Fiesta Provincial del Ternero nadie se vaya sin comer. Los artesanos, firmes en sus puestos, esperaban a que la gente conozca sus productos: queso, salame, vino, mermelada, cinturones y mates de cuero, cuchillos, ponchos, pantalones de campo. Aunque habría menos de cien personas, la fiesta no dejaba de ser fiesta. Y el folklore no dejaba de sonar en los parlantes.
Alicia Mabel Castaños cuidaba su puesto de artesanías como un hornero su nido: con una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes, acomodaba sus creaciones con precisión de cirujana. Estaba alegre y contagiaba esa energía. «Prueben la mermelada de membrillo», dijo mientras estiró su mano y se acercó a estos cronistas. «También hago dulce de leche», afirmó sin dejar de sonreír. Pasó por adelante de la mesa donde exhibía -también hechos por ella- floreros decorados, artesanías en vidrio con letras y flores en relieve, lámparas pintadas a mano con diversas técnicas de diseño y adornos, y nos convidó sus bombones de chocolate caseros.
En una esquina de la mesa, justo adelante de las mermeladas, vimos cuatro libros apilados: «Testigos del alma», decía la tapa. ¿Esos libros también los hiciste vos?, le pregunté, sin saber que además de maestra, diseñadora, dibujante artística y madre de cinco hijos, Alicia era escritora.
«Testigos del alma» es el libro de poemas donde ella guardó los secretos de su infancia. Así como al acercar nuestro oído a un caracol oímos los secretos milenarios del océano, de la misma manera podemos percibir a esta mujer pampeana con sólo acercarnos a sus letras.
El amor, la familia, el dolor y la naturaleza son algunos de los temas que ella eligió para crear poesías y escribirlas en noventa y seis páginas. En más de setenta poemas. Durante cuarenta años. «Toda la vida quise publicar este libro. Un día, junté todo lo que tenía escrito y atesorado, y lo sumé a textos más actuales. Así nació el libro, un resumen de mi vida», comentó Alicia mientras sus ojos brillaban un poco más.
Alicia nació en General Acha y estudió en el Colegio María Auxiliadora. En su juventud se perfeccionó en dibujo artístico bajo la conducción del renombrado artista plástico Andrés Arcuri. Es docente y escribe poemas desde los 12 años.
Hoy esta escritora pampeana es maestra de chicos con capacidades diferentes. «Cuando uno tiene amor para dar los chicos lo sienten y se acercan para recibirlo. Por eso aprendí el lenguaje de señas, para estar más cerca de ellos», comenta con la voz quebrada pero sin dejar de sonreír.
Un rayo de luz naranja iluminó el cabello castaño de Alicia, y sus ojos volaron a otros lugares cuando le preguntamos por el lanzamiento de su libro. «La presentación la hicimos en la Feria del Libro de la Rural, en 2012. Después lo presenté en varias localidades de La Pampa y Neuquén. Fue una experiencia muy fuerte y soñada durante, casi, toda la vida», cuenta entre suspiros.
La invitamos a sacarse algunas fotos para esta nota y aceptó sin resistencia. Hasta logramos que se quite la campera y soporte por unos minutos los intensos diez grados que se burlaban del sol.
La tarde avanzó en General Acha y era la hora de seguir viaje. Alicia nos regaló su libro con una dulce dedicatoria. Nos dejó sus poemas. Esos que guardó durante cuarenta años en el cofre de sus tesoros y un día los dejó volar. Ya no hay techos para esos poemas que hoy vuelan alto en el cielo de La Pampa.
El libro se consigue en todas las librerías del país. Para comprar el libro
Fotos: Esteban Raies