¡Tomá mate! la infusión argentina ya tiene su día

A partir de este año, cada 30 de noviembre celebraremos en Argentina el Día Nacional del Mate en conmemoración al nacimiento de Andresito Guazurarí o Andresito Guaçurarý y Artigas: uno de los primeros caudillos federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el único de origen indígena en la Historia Argentina. Gobernó entre 1811 y 1821 la Provincia Grande de las Misiones, de la cual la actual provincia argentina homónima es solo un remanente.

La iniciativa para establecer el mate como infusión nacional propone que en todos los eventos y actividades culturales de carácter oficial deberá preverse la presencia de la expresión y el logotipo de «Mate Infusión Nacional» y la promoción de dicha bebida y sus tradiciones.

Actualmente en Argentina se toma en promedio cien litros de mate al año

Al menos seiscientos años prologan el acto de tomar mate. La infusión rioplatense más popular tiene registrada su vida desde antes de la conquista española de América, cuando se lo bebía tal vez sin bombilla, sin sofisticación en la molienda, sin la exacta temperatura en el agua, pero con el mismo regodeo.

Por más pequeño que sea el suyo, caben en el mate la tenacidad del guaraní, la locura del español que lo prohibió castigando su consumo y la difusión de los jesuitas que extendieron el cultivo de la ilex paraguariensis, la popular yerba mate, en la provincia argentina de Misiones.

En tumbas quechuas de Bolivia y Perú se hallaron, junto con el oro y las prendas personales, hojas de yerba mate, de unos mil años de antigüedad. Los guaraníes también se anotan como uno de los primeros en descubrir que el sustento de esta infusión, que forma parte de una familia herbácea de más de 400 especies, tenía propiedades que iban más allá del mate: los chamanes le atribuían un origen divino, por eso la usaban en sus ritos. Lo mismo en el Sur de Brasil, donde la tribu Xetá -de la que aún viven 150 familias- las mascaban y preparaban con sus hojas una bebida alcohólica llamada kukuai.

La yerba existe en América desde antes de la llegada del español y era usada en ritos de chamanes por sus propiedades.

Pero fueron los guaraníes quienes la empezaron a tomar casi de la misma forma en la que usted lo hace ahora. “Los guaraníes obtuvieron los secretos de la infusión de la yerba mate, mediante prácticas similares a las utilizadas hoy en día, empleando los mismos principios de molienda, tostado, secado e implementos para consumirla”, revela el escritor uruguayo Javier Ricca en su libro “El Mate”, una especie de biblia sobre el pasado y el presente de esta marca del Río de la Plata.

En medicina, desarrollaron una docena de aplicaciones basadas en la yerba mate, pero la sangrienta conquista del español arrasó con esas nociones. De los guaraníes aprendieron los Charrúas, aunque los uruguayos no sólo la bebían en mate; también mascaban la yerba.

Marca país

En cualquier lugar del mundo es fácil detectar a un argentino: abraza un termo del que pende un hilo de agua vaporosa que cae, urgente, sobre la yerba. Por ese apego, es que todos creemos saber algo sobre el mate, sobre la yerba y sobre el acto de cebarlo. Y eso, en parte, es cierto, pero no siempre. “Es la bebida que más se toma y es sobre la que menos se sabe”, dice Valeria Trápaga, sommelier de yerba mate. “Es antioxidante, con vitaminas, contiene potasio, magnesio, es energizante y ayuda a la piel y el cabello”, aporta la especialista y derriba un mito “No es cierto que el polvo de hoja haga mal: es el que más virtudes tiene: aroma, sabor, espuma y suavidad”.

Dos provincias argentinas concentran la producción: el norte de Corrientes y toda Misiones. Desde allí la yerba viaja no sólo a los países de Sudamérica, sino a un destino insólito: Siria. Esa nación árabe que es noticia por su interminable guerra desembarcó en estas tierras a unos 200 mil inmigrantes hace unos cien años. Los que volvieron se llevaron la costumbre del mate, que en 1930 usaron como reemplazante del café, cuyo precio había trepado. Hoy, los paquetes viajan con las marcas argentinas, pero escritos íntegramente en idioma árabe.

Al ritmo de esas ventas externas, pero también al compás de un aumento del consumo interno -sobre todo en los paquetes de medio kilo- los argentinos reafirman, a la mañana y a la tarde, a la madrugada y a la noche, la costumbre de cebar mate, como si fuera un rito con el que, al modo de los antiguos hechiceros, quisieran predecir el futuro.


 

José Teodoro Larralde 1967: Mi viejo mate galleta

En tu pancita verdosa
cuantos paisajes miré
cuantos versos hilvané
mientras gozaba tu amargo
cuantas veces te hice largo
y vos sabias porqué.

Cuando la yerba escaseaba
por falta de patacones
nunca pediste razones
pero me diste consejo
chupá pero hacete viejo
sin llegar a los talones.

Y en esos negros inviernos
cuando la escarcha blanqueaba
tu cuerpito calentaba
mis manos con tu calor
pa’que el amigo cantor
se prendiera a la guitarra.

Y ahí no más se hacía la farra
vos y yo en un mano mano
mate y guitarra en el claro
mate y guitarra en la sombra
en leguas a la redonda
no hubo jaguel orejano.

Ah compañero y hermano
que destino tan sotreta
nunca le di a la limeta
en vos encontré la calma
en este adiós pongo el alma
mi viejo mate galleta.