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Libros: Serotonina, de Michel Houellebecq

El polémico autor francés regresó con una novela que aborda la pérdida de los lazos sociales y el aislamiento del individuo actual. Por Andrés Buisán.

Michel Houellebecq vuelve a las andadas con Serotonina, su último trabajo. Con su característico cinismo, marca de sus trabajos anteriores, el autor francés aborda la pérdida de los lazos sociales y el consecuente aislamiento del individuo en la sociedad contemporánea.

Entre la soledad y el aparente desinterés por el suicidio, el protagonista Florent-Claude Labrouste relata el abandono de su pareja y de su trabajo, al compás de una creciente indiferencia hacia otras personas y un escepticismo económico político.

La novela se desarrolla en un presente que comienza con la relación del protagonista con Yuzu, una chica japonesa que  Florent descubrió que participó en filmaciones de videos en fiestas sexuales y en casos de zoofilia cuando fueron pareja y él trabajaba en el Ministerio de Agricultura de Francia. Estos dos ejes movilizan el relato: el deseo sexual y las relaciones económico políticas. Lo que continúa es el derrotero de Florent luego de abandonar a Yuzu y a su trabajo, mediante flashbacks cuyos desenlaces anticipan la desidia presente.

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El protagonista toma Captorix, un antidepresivo que segrega serotonina y disminuye la libido sexual. Desinteresado por acostarse con mujeres (ni siquiera con prostitutas, como le aconsejan), Florent repasa sus relaciones anteriores, evocaciones de un deseo sexual olvidado y también de amores verdaderos, vínculos que en algún momento dieron un sentido, aunque ligero y precario a su vida.

Florent trabajó en Monsanto, en un proyecto de quesos en Normandía y en el Ministerio de Agricultura. Intentó defender los intereses de los ganaderos pequeños y en el ámbito del mercado mundial creía en la necesidad de adoptar medidas proteccionistas para dar competitividad al país. Todo quedó en la nada y en ese itinerario presente el desinterés por el trabajo no es más que una expresión crítica a las decisiones económicas y políticas de los gobiernos franceses. Desazón por la decadencia francesa que hasta puede ver como una amenaza que los productos argentinos inunden el país.

La clave que explica los fracasos del protagonista y de los diversos proyectos económicos es que el modelo social que impera quiebra la solidaridad entre los individuos, incluso en los vínculos afectivos, y tiende hacia una economía ultraliberal. En este sentido, la crítica de Houellebecq se dirige a la configuración de un mundo centrado en la individualidad que está aniquilando los intentos de sueños compartidos o de pensar colectivamente. En consecuencia, lo que le sucede al protagonista en el ámbito personal es que no pudo ni puede sostener un vínculo amoroso. En lo político, los productores se ven a la deriva de la irrestricta libertad y competitividad de mercado; incluso la protesta de ruralistas parece haber fracasado por Aymeric, amigo de Florent, cuyo disparo suicida desencadenó una feroz represión.

El protagonista es un reflejo de la sociedad contemporánea, un hombre apartado del tejido social. Pesadumbre, tristeza, imposibilidad de comprometerse con el trabajo y con sus amistades, a fin de poder pensar un proyecto privado o público. Frente a esta situación, Florent encuentra una salida tramposa: el uso de fármacos. Engañosa porque le permite al protagonista sobrellevar su vida pero a costa de la pérdida de la libido sexual. Sea el centro o no de la vida social, la pérdida del deseo sexual se va traduciendo en el abandono de toda relación laboral o amorosa e incluso de todo interés vital. Así, la salida farmacológica concluye en un estar por estar; o en un estar o no estar, lo mismo da. Mientras, el sistema del capital sigue su vida a la par que destruye las ajenas.

Serotonina, de Michel Houellebecq (Anagrama, 2019). 282 páginas.