Hay álamos dorados que al moverse desprenden luces plateadas, ñires color naranja y lengas rojas, pinos verdes, arrayanes salidos de un cuento de duendes y un perfume que a veces huele a eucaliptus y a veces a tierra húmeda. Hay rosa mosqueta a cada paso y, sobre todo, hay un silencio que abraza cada sentido.
Llegamos a esta paleta natural desde Esquel, a 35 kilómetros del parque, de la mano de Miguel Rosales, quien construyó con mano propia las cabañas Rincón del Sol, ubicadas a 700 metros de la ruta 71, que atraviesa el parque desde Esquel hasta Cholila. Miguel heredó de sus antepasados este espacio que existe desde antes de la creación del parque, cuando aún la Cordillera de los Andes no era el límite entre Argentina y Chile.
Aquí sobrevive la mayor colonia de alerces del mundo: son 7000 hectáreas de este árbol que crece un milímetro de diámetro al año y que existe gracias a la protección del Parque Nacional Los Alerces en épocas donde su madera se utilizaba a mansalva para crear balsas livianas y tejuelas para los techos. Aquí existe la porción de selva valdiviana de mayores proporciones en suelo argentino.
El 7 de julio de 2017 la UNESCO declaró Sitio de Patrimonio Mundial a 188.379 hectáreas del Parque Nacional Los Alerces, de las cuales más de siete mil protegen Bosques Milenarios de Alerces (Fitzroya cupressoides), con ejemplares que alcanzan 2.600 años de existencia.
Con provisiones para alimentarnos una semana nos instalamos en la cálida cabaña desde donde se ve el lago Futalaufquen, un cordón de montañas con picos nevados, álamos en plena explosión de color otoñal y a Negro, un perro-persona que cuida el parque con entusiasmo. No está solo Negro: en la zona pueden verse algún ciervo, jabalíes y hasta pumas, pero los lugareños dicen que no se acercan a las personas.
En abril de 1945, a través del Decreto Ley Nº 9504, ratificado por la Ley Nº 13.895, se declaraba Parque Nacional a la la Reserva Los Alerces.
Salimos a caminar hacia el brazo norte del lago Menéndez, la tierra del alerzal más longevo. Uno de ellos, conocido como El Abuelo, es casi tan alto como el Obelisco, mide más de 2,20 metros de diámetro y cuenta 2.600 años de existencia. Visitamos la Quebrada del León y Bahía Rosales. Por suerte, al regreso de un largo tiro de 10 kilómetros nos cruzamos con Nía y «El loco” Recchia, aventureros de Dolavon, que tienen su tráiler anclado en una bahía del lago y viven en este paraíso gran parte del año. Nos levantan en su vehículo y nos llevan otra vez a Rincón del Sol.
La estadía aquí es más fácil teniendo un vehículo, ya que no hay transporte público ni proveedurías fuera de temporada; sólo la combi de Transporte Esquel recorre el parque una vez al día, los miércoles, sábados y domingos. Elegimos caminar por las playas de piedra que dibuja el lago, atravesar bosques y cascadas, reconocer plantas medicinales como core core, pichi romero, maqui, diente de león y rosa mosqueta.
Miguel, la historia viviente del Parque
Una sola vez, en los casi 40 años que tiene, Miguel pensó que debía irse del Parque Nacional Los Alerces. Luego habrá visto el cielo, los picos nevados, el verde hondo del bosque, el silencio madre y el lago volviéndose espejo al atardecer. Él elige decir que el lugar lo llamó otra vez. Supo entonces que su destino estaba acá, en este paraíso en que nació, se crió y vive junto a su familia.
Para este criollo de mirada buena, que encarna la cuarta generación de habitantes de este lugar, el parque, al límite con Chile, en la provincia de Chubut, es su patria chica. Criado en días de cabalgata que no terminaban nunca, borrando las hojas del cuaderno escolar con migas de pan, caminó 14 kilómetros por día para estudiar en Villa Futalaufquen, donde está la única escuela del parque. Así llegó a la universidad, estudió biología, vivió en la pensión de los estudiantes, donde conoció a alguien que necesitaba una persona como él: resolutivo, responsable y que no le tema al trabajo.
“A las 9:30 los paso a buscar para visitar el mirador de la virgen. Son 13 kilómetros en subida con la 4 x 4 y después seguimos a pie”, explicó Miguel el día anterior a lo que será la excursión más asombrosa de la estadía. Abajo hay una niebla espesa que tapa el lago. Nos preguntamos si vale la pena subir con un día así. Miguel promete sol.
Luego de una caminata de una hora por bosques de lengas rojas, amarillas y verdes, el cielo se abre y surge una inmensidad de paisajes salpicados con nieve. «Acá está el sol prometido», dice Miguel. Todos nos reímos mientras miramos los murallones de piedra forrados de musgos por donde el agua cae en forma de cascadas dando vida a arroyitos decorados por piedras multicolores. A lo lejos, siete caballos que desde aquí parecen arbustos secos, se alimentan. Solo la mirada afilada de Guille, baqueano de la zona, puede identificarlos sin zoom ni largavistas: «Tres de esos caballos son nuestros, se fueron hace un mes, hay que ir a buscarlos”, dice Miguel.
Antes de que el sol caiga detrás de los cerros y forme líneas filosas en el horizonte, un tono naranja se adueña del paisaje. Huele a leña y a manzanas que acaban de caer de sus árboles, precipitadas por la madurez. Por las noches el silencio envuelve todo, las montañas, el bosque y el lago Futalaufquen, que desde la ventana de la cabaña se aprecia solo por las líneas doradas que reflejan en él la luna llena. Si no hay luna, miles de estrellas se adueñan del cielo y se dibujan galaxias y satélites. Y otra vez el silencio, otra vez la paz, otra vez la sensación de no querer dejar nunca este paraíso llamado Los Alerces.
Dónde hospedarse: Cabañas Rincón del Sol , Parque Nacional los Alerces.
Cómo llegar:
En auto, desde la ciudad de Esquel, en Chubut, por RN 259 y RP 71 hasta Villa Futalaufquen, donde está el Centro Administrativo del Parque (52 kilómetros)
También desde Esquel se puede acceder a la zona Sur del área protegida, por RN 259 hasta Trevelin y el camino que conduce al Complejo Hidroeléctrico Futaleufú (45 kilómetros)
Desde Trevelin se ingresa por la portada Centro del Parque tomando la RP 71 (24 kilómetros)
Desde El Bolsón, en Río Negro, se puede alcanzar la portada Norte del área protegida por RN 40 y RP 71 (105 kilómetros)
Otros medios de transporte
Esquel recibe tres vuelos semanales desde Buenos Aires (lunes, miércoles y viernes) y ómnibus desde casi todos los puntos del país. De allí se puede seguir al Parque en auto y camioneta de alquiler, taxi, remise o recurriendo a los servicios de una agencia de turismo.