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Libros: Cometierra, de Dolores Reyes

A partir de las visiones de una niña, que tiene el don de saber dónde están los seres queridos que faltan, la novela evoca la vulnerabilidad de los que padecen el abandono del Estado. Por Andrés Buisán.

 

Cometierra es el nombre de la primera novela de Dolores Reyes y, a la vez, el apodo de la protagonista. Cometierra es una niña que vive en el conurbano bonaerense, cuya madre fue asesinada por el padre y que quedó conviviendo con su hermano, el Walter, luego de que su tía los dejó por el temor a las visiones.

Cometierra es una visionaria involuntaria que come la tierra y puede resolver casos policiales. Personas de distintas procedencias sociales le llevan sus casos para que los ayude a encontrar seres queridos o bien resolver crímenes, por lo que se pone en evidencia la ausencia estatal que llega siempre después de las visiones.

La novela se desarrolla a partir de distintos casos de personajes buscados por familiares que se le presentan a la protagonista. Sin embargo, la clave parece que hay que buscarla en otro lado. En la carne de los sentimientos, en las asperezas del dolor o el perfume del amor. Todo aquello que uno puede pensar metafísico se presenta como materia palpable a través de los sentidos.

La escritura es la materialidad del mundo imaginado, que por ser imaginado no es menos real, como una visión o un sueño. La tierra que come la protagonista se siente en el cuerpo. El dolor que siente también. De esta manera la escritura de Reyes va construyendo una materialidad alrededor de los sentidos. Esta es probablemente una de las mejores herencias de Saer, volver material el mundo percibido a través de los sentidos.

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Cometierra tiene una visión constante con Ana, su exmaestra que fue asesinada, como la madre, en otro caso de femicidio. Con Ana habla en el sueño, porque Cometierra quiere saber quién la mató. No se lo pregunta porque teme que también “ahí” se pueda morir. Así la vida y la muerte se diversifican. La vida está además en la conciencia y la muerte puede ir más allá de los cuerpos, como en “Los pensionistas de la memoria” de Pirandello.

Reyes narra solo lo necesario, dejándole espacio al lector para que reponga o complete fragmentos de historias. Se narra lo posible sabiendo de la carencia que tiene la lengua, que no puede reponer el dolor con solo nombrarlo. La historia se va desarrollando a través de indicios, se cuenta a través de huellas o rastros. Así, la trama prescinde de situaciones, hechos y sentimientos que quedarán en el pensamiento o idea del lector, para que aquello que parece ausente se presente en ese nuevo cuerpo encarnado.

La sintaxis puede ser un devenir o una puñalada. No hay oraciones muy extensas pero sí lo suficiente como para darle un ritmo continuo, para que la acción de la novela avance lo necesario. Pero que se corte cuando se tenga que interrumpir, para escindir la lectura, para molestar al lector que lee de corrido, que quiere saber, impaciente, cómo sigue. El lector avanza hasta que lo sorprende un punto y aparte o hasta que aparecen oraciones cortantes, como “Estaba viva” o “Lástima de todas juntas”. Por eso podemos decir que la sintaxis, como la trama, son elípticas, como la misma escritura, que no puede expresar todo, que no puede terminar de decir la angustia.

La primera novela de Dolores Reyes narra el abandono del Estado, la vulnerabilidad de las víctimas a través de un personaje singular, una niña visionaria. Este personaje le permite a la autora indagar en el peso de los sentimientos y volver carne el dolor, ya que invita al lector durante la lectura a sentir la aspereza de la tierra en la garganta.

Cometierra, de Dolores Reyes (Editorial Sigilo, 2019). 173 páginas.